Sábado por la noche en la ciudad. Se termina septiembre. Por ende, esta es la última nota que redactaré en el corriente mes, consciente de que no he escrito demasiado. En parte, ello se debió a que sentí que no tenía demasiado para decir, sumado a que estuve abocado a unos problemas de salud –nada grave-, y a que no encontraba el horario adecuado para sentarme a esbozar algunas líneas. No voy a entrar a reflexionar sobre lo poco que queda para que finalice el año, al menos no lo haré hoy. Ayer (viernes) estuve cubriendo el Rally, y me pareció interesante, pese a que mi ignorancia del deporte motor es casi total. Pero el sólo hecho de ver algo distinto en Lobos, y que genera interés y expectativa, está bueno. Lo considero una buena apuesta, y ojalá tenga una continuidad, porque le otorga movimiento a la ciudad, tanto en la faz comercial como turística. En épocas de vacas flacas, esos incentivos constituyen una alternativa para paliar la escasez que es típica de cualquier asalariado a fines de mes.
Ya hay algunos spots de campaña a nivel local, o creo haberlos visto o escuchado en algún lado. Yo presenté presupuestos a quienes me los solicitaron, no cerré acuerdo con ninguno de esos referentes aún. Para ser más preciso, no me han respondido por sí o por no. En caso de que nadie me llame y me dé el okey, la vida seguirá como siempre, me dedicaré a cubrir otro tipo de notas y dejaré de lado los actos políticos o las notas publicitarias, porque ese laburo tiene un precio. Desde luego, nadie está obligado a aceptarlo, pero de ser así no esperen que escriba ni un párrafo.
De todos modos, será lo que tenga que ser, cada uno es libre de decidir. Lo tomo como un
ingreso extra, y de no concretarse, me manejaré con el dinero que recibo de mis
clientes mensualmente. Tengo otras cosas en mente, ya soy un boludo grande que
no considera prudente enroscarse en esas cosas. Hay motivos más valederos para
preocuparse, si de eso se trata.
Durante varios
días estuve renegando con la aplicación de Facebook, puesto que no podía
abrirla, y si esa situación continuaba, se me hacía difícil transmitir videos
en vivo, compartir historias, y todo lo que contribuye a la lectura de las
notas periodísticas. Al final encontré una solución transitoria, que veremos
cuánto tiempo persiste. Creo que todo el desbarajuste comenzó cuando cambié de
celular y entonces como la gente de FB sospecha que alguien está ingresando
desde otro dispositivo (un intruso, digamos), te pide reiteradas veces miles de
pasos de autenticación para demostrar que sos vos. Al cambiar de aparato, esto
es frecuente, pero no con tanta “insistencia”, digamos. Bueno, si vamos al
caso, le dediqué tres videos al Rally, más no se puede pedir, lo hice porque es
algo que atrae la atención del público, y también para asegurarme de que
funcionara a futuro.
Viste cómo es: Te
encontrás con un pibe millenial, y si le está relatando algo del pasado, tenés
que hacer la salvedad: “En esa época no había Internet ni celulares”. Y es
lógico, porque ellos crecieron incorporando a sus vidas una tecnología que los
que tenemos más de 40 fuimos adoptando mucho tiempo después. Nuestros
bisabuelos (o incluso algunos abuelos longevos), no conocieron la televisión,
la caja boba, escuchaban radioteatros, todo era distinto. Cada uno es hijo de
su tiempo. Pero yo diría que el impacto de Internet, hoy por hoy, supera a todo
lo que el hombre ha creado en los últimos 50 años. Hace 15 años, se podía
ingresar a cualquier sitio web y leerlo sin mayores complicaciones. Hoy es un
negocio, quedan muy pocas páginas que no contengan publicidad o que no te pidan
una suscripción digital para leer determinado contenido, como es el caso de los
diarios. La última vez que compré Clarín (la semana pasada), me dejó una
sensación extraña, porque la gran mayoría de las notas ya habían sido
publicadas en la Web el día anterior para los suscriptores o los que tuvieran
una suerte de membresía. Hasta la revista de los domingos desapareció, y se
transformó casi en un suplemento, confeccionado con el mismo papel que el resto
del diario. En los países desarrollados, las cosas no desaparecen tan deprisa
como aquí, aunque haya una tendencia dominante. Si hablamos de música, se
pueden tomar al azar casos como Alemania o Japón, donde el 75 % de los
consumidores continúa eligiendo el soporte físico, ya sea CD o vinilo. En
cambio, acá no hay transición en los hábitos de consumo o de la industria del
entretenimiento. Vale decir, un formato reemplaza al otro muy rápidamente, como
fue el caso de los DVD (ni siquiera las notebooks actuales tiene la bandeja para grabar o reproducir aquellos discos). Por supuesto que en EE. UU. o donde fuere están
disponibles los servicios de streaming, pero eso no significó que lo que
existía antes fuera exterminado o discontinuado. En un próximo posteo, si logro
reunir más datos y tengo ganas de explayarme, voy a dedicar más espacio para
referirme a esto. Nos estamos viendo en octubre. Punto final.
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