Ayer, bien podría
decirse que me tomé vacaciones por un día (en mi casa). No hice absolutamente
nada que no me complaciera, tuve un gesto autoindulgente hacia mi persona. Me
dediqué a escuchar música, leer, hacer zapping en la televisión, y por supuesto
beber mucha agua, porque la ola de calor estaba en su pico máximo. Tuve que
refrescarme varias veces en la Pelopincho para mitigar las altas temperaturas,
y salí a la calle sólo a la media tarde, para dar una vuelta por el Centro, que lucía
desierto hasta que comenzaba a ponerse el sol.
Claro que no se
puede seguir así indefinidamente, por lo cual hoy me puse a trabajar de nuevo.
El clima no es tan agobiante como ayer. Cargué unas notas para el diario
digital, y la vida sigue como siempre. Vamos a ver qué nos depara el fin de
semana. Ojalá que se reactive un poco la cosa, viene demasiado tranquilo todo.
Y cuesta mucho cobrar un mango, aunque las tarifas que uno aplica se mantengan
estables desde el año pasado. No me pareció prudente u oportuno actualizarlas
en enero, ya para el mes que viene no me va a quedar otra que trasladar los
gastos fijos que tengo al valor de los avisos y publicidades. Lo haré con
moderación, desde luego, no va a ser algo exorbitante o imposible de pagar. Y
espero que mis clientes lo puedan entender así. Más o menos he aprendido a
quiénes les puedo cobrar un plus y a quiénes no. Puedo afirmar que nunca me
excedí, no sé qué harán los otros medios ni tampoco me interesa, yo me manejo
en función de la capacidad que tengan los anunciantes dentro de su rubro. Inclusive,
si me plantean que están en una situación complicada, trato de ser tolerante y
de congelar los precios por un tiempo. Yo ya no me hago mucho drama por esto,
siempre corro detrás de la inflación. Lo que pasa es que la inflación mide precios
de bienes y servicios nacionales, no de Lobos, donde el ABL aumentó casi el 100
% sin ningún tipo de explicación. No puedo menos que pensar que quieren “hacer
caja” a como dé lugar.
Pagar las tasas
en Lobos implica un desembolso bastante abultado, por la calidad de servicios
que se brindan. Pero nadie dice nada, o bien porque todos están de acuerdo, o
porque nadie se anima a hablar. De hecho, al día de hoy, hay barrios que
continúan sin luz, y sin agua, entonces yo no sé qué pensar, me veo
desconcertado por la realidad. Una realidad que quizás a mí puntualmente no me
afecta, como tampoco le afectarán a los demás haber tenido tres cortes de luz
en el lapso de dos días. Ya no sé qué es mejor, si vivir en el Centro o en la
periferia, porque hubo vecinos que no padecieron esos cortes, y yo sí. Ser
residente de la zona céntrica te pone en una situación de desigualdad más
evidente de lo que se supone. Los controles de tránsito se hacen ahí, los
cortes de energía también, y todo redunda en una peor calidad de vida. Pese a
todo, no me voy a desanimar. Sigo pensando que lo mejor está por venir. Vamos a
ponerle unas fichas a 2025, que sin dudas valen la pena. Nos estamos viendo
pronto. Punto final.
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