Me molesta la gente que habla de mí sin conocerme, o peor aún, aquellos que no saben las circunstancias por las cuales yo actúo de tal o cual manera. Las decisiones se toman en base a las alternativas más ventajosas que tengas, eso es de manual. Por suerte, no soy famoso ni nada que se le parezca, estoy un poco más expuesto que si hiciera otro tipo de trabajo pero lo sé manejar. Muchas veces, cuando me vienen maliciosamente con el comentario despectivo de una persona, me limito a decir: "no la conozco". No me puedo subir a la escalada de difamación de un vecino por un video que se viralizó o un escrache, tan en boga hoy en día. Si no lo conozco, no tengo nada para decir de él, ni a favor ni en contra. De pronto alguien parece convertirse en una celebridad, pero por los peores motivos, ya que publicaron su foto en Facebook y lo escracharon sin pruebas. Me parece canallesco y de un daño moral incalificable.
Por otra parte, no se puede ir por la vida eligiendo con quién relacionarse según se trate de oficialistas y opositores. Porque además de resultar imposible, es totalmente irracional. No compartir una gestión de gobierno no debe llevarnos nunca a distanciarnos de nuestros seres queridos, por esa maldita grieta que parece no tener fin. Al final de cuentas, para los políticos los ciudadanos tenemos tan poco valor, que no merece la pena sentir recelo de alguien porque asumió una posición ideológica determinada.
Por supuesto, yo no tengo problemas en conversar y compartir un momento con una persona abiertamente "K", siempre que surja un debate con argumentos, o bien pongamos como condición evitar todo tema que genere malestar y discusiones que no conducen a ningún lado. Aprendí a escuchar más y hablar menos en ciertas ocasiones. Los que se oponen a todo tampoco son de mi agrado: son pesimistas, siempre están presagiando el Apocalipsis y viven con resentimiento esperando que asuma un gobierno que les calce perfecto (a sus mezquinos intereses), como el mejor traje jamás diseñado. Esa forma de pensar es otra estupidez que sería bueno tener en claro. Me resultaría lamentable perder una amistad por diferencias políticas, sobre todo porque no soy yo quien deba decirle al otro cómo tiene que pensar o qué ideas debe defender. Y tampoco quiero convencerlo de nada, son sus principios o como quieran llamarlo. Les aseguro que no es fácil, pero cuando se logra llegar a ciertos acuerdos, como evitar temas de confrontación, se puede preservar una amistad más allá de diferencias que en apariencia son irreconciliables. Porque si hablamos de Argentina 2019, antes de que sobrevinieran los aumentos de precios, la reforma previsional, los cierres de fábricas e industrias, la falta de producción, o cualquier medida polémica que se le pueda atribuir al macrismo, yo ya era amigo de esa persona. Entonces, ¿qué me importa el resto? Se supone que debo priorizar lo que realmente tiene valor, y lo que va a perdurar cuando se terminen los gobiernos corruptos de izquierda, derecha, neoliberales, o como carajo se denominen. Quizás ése es el secreto para no dejar que nos venzan las limitaciones del pensamiento vacío y estrecho de los políticos de distinto pelaje. Punto final.
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