Domingo otra vez. El Coronavirus ya se ha cobrado sus
primeras víctimas en la Argentina. Y el ojo de la tormenta se ha posado sobre los países asiáticos
y algunos de Europa, sobre todo Italia. Esto me hace acordar a que, si escucharon
los testimonios, parece que en 2011 los japoneses estaban mejor preparados de
lo que se suponía para un eventual tsunami como finalmente ocurrió, y uno
tiene la dolorosa certeza de que si un desastre natural semejante hubiera ocurrido en un país como
el nuestro (donde todo se ata con alambre) el resultado hubiera sido mucho
peor.
Hay gente que vive porque el aire es gratis, no registra lo
que va pasando a su alrededor. No siente pasión por lo que hace. Pero quizás lo peor, es que no entiende que
(contradiciendo lo que decía Celia Cruz), la vida no es un carnaval, o no
siempre. Si sos un tipo decente y no tuviste la suerte de ganarte la lotería o
heredar algo, vas a tener que romperte el c... para conseguir unos pesos, tener un techo y poder comer. Pero además, hay algo que les quiero decir: no siempre lo
normal es lo común, y no siempre lo común es lo habitual. Cada uno tiene su
cable a tierra, sus momentos de ocio o descanso, y yo trato de darle a esas
horas o minutos, el valor de un tiempo que dedico para mí, para mi propia satisfacción Hay que aprovechar esos paréntesis que te da la vida,
porque el resto del devenir cotidiano es trabajo mal pagado, o a veces poco
reconocido.
El diario Perfil, que sale los sábados y domingos, tiene una
aceptable calidad periodística, buenas fotos, y un diseño muy interesante. Pero
uno nunca termina de leerlo, quizás porque algunas notas son demasiado extensas
o tienen un desarrollo no convencional para un diario. Para decirlo de otro
modo: Demasiado analíticas para leer en un colectivo, por ejemplo. Un engendro de
Fontevecchia que pretende hacer un mix entre lo que fue “La Opinión”, y El País
(de España). Hace rato que no gasto plata en periódicos impresos. Está todo en
la Web, aunque a veces hay que tomar recaudos para distinguir información confiable de aquella que se nutre de rumores sin sustento alguno.
Paulatinamente va menguando el calor, los días se acortan, y todo va cambiando más rápido de lo que
parece. Aparentemente vamos hacia un camino sin retorno, en el que los seres
humanos tendrán contacto físico solamente para el sexo y el resto se hará por
Internet, desde un trámite bancario hasta las compras del supermercado. No sé
cuándo llegaremos a esa instancia en Argentina, y ojalá nunca suceda, porque no
hay nada más lindo que tomar unos mates o un café con amigos, compartir un asado
o ver una película. Y eso nos lleva a preguntarnos, como ocurre siempre, qué
país le dejaremos a nuestros hijos. Yo no sé si tendré hijos alguna vez, pero
ciertamente no me gustaría que crecieran en la sociedad actual. Reconozco que
soy hijo de una generación, de una burbuja en el tiempo, y cuando mis padres me
cuentan cómo era la vida 50 años atrás, hasta las cosas más insólitas que se puedan
imaginar me provocan nostalgia de una época que no conocí, sumado al hecho de que uno fue adolescente en
una sociedad muy diferente a la actual. No había celulares, servicios de
mensajería, ni nada que se le parezca. No sé que más puedo agregar, creo que todos
pueden darse cuenta qué cosas cambiaron y qué cosas siguen igual. Quizás lo que
siento es que la gente está más agresiva y violenta ahora que hace unos años.
Por cualquier motivo se reacciona, y lo peor es que se reacciona mal, y eso
antes era menos frecuente, no me pregunten por qué. Quizás podría teorizar al
respecto, pero eso llevaría demasiado tiempo y además creo que cada uno sabe (o
cree saber) qué nos hace falta para recuperar la calma. Punto final.