No hay Pyme, comercio, ni pequeño emprendimiento que resista dos meses de inactividad. Por más incentivos y subsidios que otorguen, esto tiene un costo que se paga con la salud. Nos libraremos del virus quizás, pero sobrellevar casi dos meses de aislamiento provoca un trastorno considerable en cualquier persona. Esto no es joda. Ya hay varios casos en los que se vuelve imposible pagar un alquiler, los impuestos, los servicios públicos. Aunque los prorroguen, esto en algún momento va a explotar, y no quiero estar allí cuando suceda.
El Nuevo Orden Mundial, la peste del siglo XXI, y tantos otros calificativos que hemos escuchado, pueden ser válidos o no, pero no nos alcanzan para entender lo que está sucediendo. Si sobrevivimos y llegamos a viejos, nuestros nietos no van a poder creer lo que hemos pasado cuando se los contemos. Seguramente, en unos años aparecerán miles de libros que tratarán de analizar o de decodificar esta aciaga realidad.
Todo lo que conocíamos se va cayendo como un castillo de naipes. Es un escenario nuevo, no es una guerra convencional entre países que se disputan un territorio.
Hoy vemos cómo los yanquis perdieron la brújula, tienen el poderío militar para destruir y pulverizar al resto del mundo, por un momento se dieron cuenta de que están tan vulnerables como el país más pobre del planeta. Italia se ha llenado de mendigos y de personas en situación de calle. España está en estado de alerta. Se trata de una crisis global, que nadie puede predecir. Si aparece una droga o vacuna efectiva, tendrán acceso a ella las naciones más ricas, y tardará en llegar considerablemente a lo que conocemos como Tercer Mundo.
Soy partidario de que la cuarentena termine cuanto antes, y que si hay que usar barbijos o cualquier método de protección para transitar por la vía pública, que se haga. Que la Policía controle como lo ha venido haciendo hasta ahora, realizando una labor ejemplar. Pero flexibilizando el régimen de aislamiento, sobre todo por las personas mayores, a quienes les queda poco tiempo de vida. Punto final.
Soy partidario de que la cuarentena termine cuanto antes, y que si hay que usar barbijos o cualquier método de protección para transitar por la vía pública, que se haga. Que la Policía controle como lo ha venido haciendo hasta ahora, realizando una labor ejemplar. Pero flexibilizando el régimen de aislamiento, sobre todo por las personas mayores, a quienes les queda poco tiempo de vida. Punto final.