Sin embargo, aunque no lo parezca, estoy tratando de quejarme menos, y de analizar lo que está pasando. Indagar en los motivos que llevan a la agresión física y verbal en todos los ámbitos. Creo que uno de ellos, es que se nos exige demasiado, todo tiene que ser "ya", y si hay que aplastar la cabeza de un compañero de trabajo, o traicionar un secreto para lograrlo, a nadie le preocupa.
Las noticias que vemos en los diarios y en la tele parecen ofrecernos todo el tiempo motivos para ponernos en alerta, por el Coronavirus o por lo que fuere. Pero en mis últimos posteos, cuando los volví a leer, noté que estoy demasiado renegado de las cosas, muchas de las cuales nunca lograré cambiar. Debemos entender que muchas decisiones no dependen de nosotros, aunque nos afecten el bolsillo, como ocurrió hace dos años con la escalada del valor del dólar y una devaluación sin precedentes de nuestra moneda. Todos quieren que sus hijos vayan a la universidad y se conviertan en ingenieros o abogados, y no está mal esa aspiración paterna en la medida que no genere presión y frustración. Porque en esta vida, aunque resulte cursi decirlo, debemos tratar de ser felices, y no necesitás un diploma en un cuadrito colgando de la pared para serlo. Es admirable la capacidad que tienen las personas sencillas para ser felices, para compartir la mesa con sus amigos, para disfrutar de un partido de fútbol por TV. Como periodista, nunca aspiré a ser masivo, ni a que mi opinión sea replicada por miles de lectores. Puedo lograr que alguien apruebe o no mi manera de ver la cosas, pero no es el objetivo principal que me motiva, sino el de informar y dejar que aquel que lea una nota mía o lo que fuere, haga el análisis que desee.
Mientras redactaba estas líneas, reflexionaba acerca de la necesidad de "bajar un cambio" y no dejarnos llevar por todo lo que nos dicen desde la pantalla del celular, con los interminables chats de WhatsApp que se viralizan y que ni sabemos a quiénes pertenecen. No porque no sea verdad, sino porque no está a nuestro alcance resolver nada, al menos cuando se trata de una conversación privada que se hace pública por la indiscreción de una de las partes. Punto final.