La verdad es que me cuesta bastante escribir esta nota sin apelar al recurso de putear a EDEN por su pésimo servicio. En el día más caluroso del año, se sucedieron cortes y bajas de tensión a las cuales tenías que estar atento para desenchufar los artefactos antes de que se quemaran. Pero eso no es todo, ya que tampoco tuve Internet durante buena parte del día y me vi imposibilitado de hacer mi trabajo. Esta vez las cosas salieron mal pero no por culpa mía. Si hubiese sido así, no me quejaría ante quien no corresponde. Recordando veranos anteriores, creo que nunca padecí tanto el calor extremo como este lunes. Tan pronto como salía a la calle (porque en algún momento hay que salir), mi cuerpo comenzaba a sudar de una manera muy abundante, por lo cual yo diría que la ansiedad y el verano no se llevan muy bien ni constituyen una buena combinación. El verano de 2020 fue bravo también, pero comparado con lo que nos está deparando el termómetro hoy, fue casi un paseo.
No puedo dejar de recordar cuando con mi familia no teníamos nada, apenas un ventilador, y en aquella época podías dejar la persiana levantada durante la noche sin miedo a que alguien entre a robar. Bueno, pasaron más de 20 años, que no es poco. Sin Internet ni celulares, la vida transitaba de otra manera, incluso para aquellos que tenían plata. Tener un televisor a color o un teléfono fijo era, a principios de los '80, propio de quienes tenían su situación económica resuelta. Tampoco había tantas quintas con pileta como ahora, y que un amigo te invitara era todo un acontecimiento. El paliativo de pasar una tarde sin cagarse de calor.
Cuando íbamos a Mar del Plata, salíamos temprano en el Fiat 125 alrededor de las 5, porque la ruta se ponía terrible y además se podía aprovechar más el día. Llevábamos jugo y sandwiches en una heladera portátil para ir tirando durante el trayecto. Y aunque fuéramos dos veranos seguidos, siempre Mar del Plata parecía distinta. Extraño demasiado esos tiempos, que uno idealiza precisamente porque pasaron muchos años, y quizá no fueron gran cosa. Eso se llama nostalgia. Cuando mi viejo decidió vender ese auto, casi lloré como si esrtuviera despidiendo a un amigo.
Como decía
León Gieco, "todo está guardado en la memoria".Los momentos de
zozobra y sufrimiento. Las frustraciones. Las personas que odiamos o
detestamos. Las grandes satisfacciones. Nuestro primer trabajo. El primer beso.
La primera vez que alguien nos dijo "te amo". Es imposible borrar
todas esas instantáneas, esas "fotografías", de un plumazo. Por eso
es que cuanto más se investiga el funcionamiento del cerebro, los científicos
llegan a conclusiones asombrosas. Ninguna computadora, por más sofisticada que
sea, puede siquiera emular lo que hace nuestra mente, y explicar por qué
reaccionamos de tal o cual manera. Toda nuestra vida es un deja vu, más tarde o
más temprano nos encontramos con las mismas personas, aunque estemos en un
contexto social diferente. Y las sobremesa, las anécdotas, compartir un asado sin temor a ningún virus,
son cosas que uno quisiera mantener porque son muy nuestras, muy
"argentas". Ojalá 2021 no dé el respiro que tanto necesitamos para poder bajar un cambio. Punto final.
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