30 de enero de 2021

Revolviendo el fondo de la olla

Sábado fresco y con lluvia en la ciudad, ideal para dar una caminata o para realizar cualquier mandado que sea necesario, dado que por fin el clima nos dio un respiro. Ayer me tocó un día de muchísimo trabajo, lo cual no es habitual en los meses de verano, pero la verdad es que todo aquello que me permita generar noticias para el diario es bienvenido. De hecho, tengo notas que aún no pude desgrabar y que si en los días sucesivos no hay mucha actividad me permitirán ir tirando el fin de semana en caso de que no surja nada nuevo. Esta profesión es así, hay días en que tenés que sacarle agua a las piedras, y otros en que no das abasto. Me mantengo ocupado haciendo lo que me gusta, ¿Qué más puedo pedir? Uno se da cuenta enseguida si una nota puede tener impacto en los lectores o no, aunque no haya una regla escrita. Pero como digo siempre, a veces publicás un texto por el cual no apostabas demasiadas fichas y termina siendo muy leído y comentado.

Este finde lo empecé a un ritmo más pausado, no obstante, como mencioné antes, tengo algunas notas que voy a escuchar bien para ver si merecen la pena, o si hay que hacer una síntesis más apretada. El palabrerío intrascendente de muchos políticos cansa al lector, uno mismo cuando va escuchando la grabación antes de publicarla se da cuenta de que no hay nada en concreto sino una "sanata" para zafar de una pregunta inesperada o de un tema que no quieren tratar. 

Pues bien, para los que no se percataron aún porque no han revisado las boletas municipales, las tasas aumentaron un 37 % en enero. Me la podrán vender como quieran, decir que es una actualización por la inflación, pero hay varios servicios que dejan mucho que desear. Por ejemplo, el alumbrado: hay calles del radio céntrico que permanecen a oscuras varias veces sin que nadie explique el motivo, y también hay luminarias que están encendidas a plena luz del día, un gasto innecesario que pagamos todos. Los que merecen todo mi reconocimiento son los muchachos que recolectan los residuos, porque es un laburo bravo, insalubre, pero ellos siempre están al pie del cañón. Asimismo, quienes trabajan en la planta de reciclado, porque para ser sinceros el hedor de la basura se te impregna, se te pega en la piel, y es un trabajo que alguien tiene que hacer. Yo no sé si lo haría, pienso que podría aceptarlo en caso de un apremio económico pero que no me lo bancaría. No es para cualquiera. Lo mismo que laburar en el cementerio, o en una funeraria. Son esos seres invisibles que cumplen funciones que no son gratas para nadie, pero basta un segundo para imaginar qué sería de cualquier ciudad si ellos no estuvieran realizando su tarea. 

El aporte mínimo que todo vecino puede hacer es respetar los días de separación de la basura, pensando en el otro que va a buscar las bolsas a tu casa. Ese es el problema: nadie piensa en el otro, la gente hace lo que se le canta y se caga en los demás. No tenemos ni un gramo de empatía, y así estamos. Pero la vida tiene muchas vueltas, y si en algún momento te toca estar del otro lado del mostrador, vas a recibir el mismo maltrato y desidia que vos estuviste ejerciendo durante todo este tiempo. Desde la zona de confort, o desde una mesa de café, todos tenemos la solución mágica. Si fuera tan sencillo, no tendríamos un país destrozado, hambreado, y con una pandemia que no da tregua. Y ojo, porque excepto por el virus, todo lo demás viene desde hace por lo menos 50 años. No se coman cualquier verso, porque hablar es gratis, como suele decirse. Ver las cosas bien hechas, como corresponde, no representaría ningún mérito, porque para eso están los funcionarios y las autoridades. Cuando están de campaña, todo en un cuento de hadas. Cuando finalmente asumen porque la gente los votó, nadie se pone el sayo. Ojalá algún día podamos volver, aunque sea por cinco años, a un período de estabilidad que no tenga como variable al dólar. Punto final. 


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