Sábado por la mañana en la ciudad. Aún no está claro cómo se implementará el "toque de queda nocturno" en Lobos. Desde la Casa Rosada les dieron potestad a los Gobernadores para definir la franja horaria en función de la realidad que están atravesando. Honestamente, no creo que esta medida funcione. Los chicos que realizan las famosas "juntadas", lo harán más temprano y listo, si es eso lo que les preocupa a las autoridades sanitarias. No quiero que este año que recién comienza se convierta en una pesadilla como el anterior, con miles de restricciones. Ya casi no se habla de la vacuna: llegó un vuelo de Moscú con 300.000 dosis, y eso fue todo, al menos hasta ahora. Esto me hace pensar en algo que mencioné en otra nota: Con un escenario con este, con una pandemia que parecía controlada pero está empezando a irse de las manos, ¿Se puede ser optimista? Por supuesto, la improvisación con la que se maneja este Gobierno no brinda demasiadas esperanzas.
Mientras tanto, la vida continúa, y hay que salir a laburar como todos los días, cada uno con su profesión. Parece haber más actividad en Lobos, sobre todo en la zona céntrica. Se notó bastante a fines del año pasado, con motivo de las Fiestas. La cuestión es que, en la medida que los comercios puedan trabajar, habrá una reactivación importante, que no la veremos en el corto plazo pero que se percibirá en una mayor recaudación de tasas e impuestos, y tal vez en mayor demanda de puestos de trabajo.
Asimismo, estamos afrontando una etapa de profundos cambios, algunos de los cuales se pueden advertir claramente y otros que se verán con el transcurso del tiempo. Esta tendencia ya se venía dando, pero se aceleró con la pandemia y la necesidad de buscar otras formas de distensión, por ejemplo. En las grandes ciudades creció el "home office" o teletrabajo. El confinamiento no logró frenar las protestas en la calle por distintos motivos, el conflicto de los anticuarentena, antivacunas, y otras causas no tan ligadas con el COVID. Todos recordamos las imágenes del velorio de Maradona, que se convirtió en un caos, con una multitud totalmente desbordada, que fue objeto de duros cuestionamientos, inclusive de los propios familiares del Diez.
Hace unas
semanas, me puse a imprimir en un negocio de Kodak varias fotos que había
guardado en una pendrive. Las fotos, en general, capturan un instante, un
momento, que hemos querido preservar. El paso del tiempo es implacable en las
fotos: los colores, los peinados, la ropa, todo lo que constituye la imagen en sí
no hace más que delatar el transcurso de los años. En algunos pocos casos, uno luce mejor que antes, pero no es lo más frecuente. Uno ve las fotos y empieza
a pensar: "Mirá Fulano, qué joven estaba!", "Fijate el peinado
batido de Carmen", o quizás "Mirá Mengano, fue el último cumple que
festejó con nosotros antes de morir". Mirar fotos viejas es un ataque
directo a la nostalgia y un buen motivo para darnos cuenta de que no estaremos
aquí por siempre. Por lo tanto, no les aconsejo dedicarse a ese pasatiempo un
domingo a la tarde. Y en lo posible, busquen fotos recientes, de modo que el deterioro de los años no se note tanto. Pero creo que, también,
hay que intentar envejecer con dignidad. No depende únicamente de nosotros,
pero preservar nuestra capacidad cognitiva es un buen comienzo. Punto
final.
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