21 de enero de 2023

No es posible aprender sin antes desaprender

(Disculpen los errores de tipeo)

Fin de semana en la ciudad, con mucho calor y humedad.  Una de las cosas que más te reprochás al finalizar el día, es el hecho de sentir que relegaste tiempo que bien podría haberse destinado a compartir con la familia o con los amigos. Relegar implica que hubo que darle prioridad no sólo al laburo, sino a una consulta médica, a tramitar una documentación cualquiera, y el contacto con tus seres queridos se redujo porque destinaste varias horas a algunos de estos menesteres. Todo ello es distinto a desperdiciar o malgastar el tiempo, y creo que uno de los ejemplos más cabales de dilapidarlo es metiéndose en discusiones que no van a ningún lado. 

Cuando te estás por dormir y apoyás tu cabeza sobre la almohada, te das cuenta de que, en ambos casos, a la gente que te quiere de verdad no le diste mucha bola, quizás involuntariamente, pero luego te vas a lamentar más si ese comportamiento se repite y esas personas ya no estarán cerca tuyo por el motivo que fuere. Para relacionarse con la gente hay que comprender que no se trata de un menú a la carta. Yo diría que aunque podemos elegir a nuestros afectos, como seres sociables que somos, nos toca quien nos toca: La moza o camarera del bar, el que está en la cabina del puesto de peaje, el chico que hace delivery. En esos casos el trato personal se limita a actuar cortésmente durante el breve período que dura la conversación y nada más. 

Cuando alguien te pide que lo escuches, uno puede aceptar hacerlo, pero habría que ver si en algún momento se invierten los papeles y esa misma persona estaría dispuesta a escucharte a vos. Por otra parte, en el supuesto de que vos seas el confidente de alguien con el pretexto de que hay una amistad de por medio, no me parece un buen combo. Llega un punto en que todo eso te agobia, porque si retomamos la idea del principio, no siempre se puede brindar al otro una respuesta concluyente, o satisfacer sus demandas que pueden volverse excesivas. Si vos buscás pasar un momento tranquilo y te vienen a interrumpir el descanso con esto o aquello, ya me empiezo a fastidiar. Creo que a cualquiera le pasaría lo mismo. 

Por otra parte, no es un dato menor que todos hemos estado de ambos lados del mostrador, y si no te sucedió aún, en alguna instancia va a pasar que seamos nosotros quienes tengamos la necesidad de expresarnos o de sentirnos acompañados. El hecho de expresarse, por lo general no resuelve nada en concreto, pero siempre es mejor que quedarse con toda esa bronca, incertidumbre, o resentimiento. Es posible que en una situación determinada tengas la desgracia de padecer un accidente y que debas estar internado, hasta ahora nunca me sucedió. Yo antes pensaba que en situaciones límite te das cuenta de quiénes son tus verdaderos amigos, pero la realidad es que ellos no son enfermeros, ni pueden estan con disponibilidad plena para nosotros. Que alguien vaya a visitarte al hospital o a la clínica en una situación hipotética es un gesto enaltecedor que yo nunca olvidaría, pero hay que iniciar un proceso de "desaprender", en todos los sentidos. La gente no actúa como nosotros creemos que debería ser, sino como a ellos les queda más cómodo y práctico. Proyectar una demanda desmesurada hacia los demás es contraproducente, aunque uno lo haga casi de un modo inconsciente. 

En resumen: No esperes cambiar el comportamiento de quienes te rodean, salvo en actitudes muy puntuales que pueden corregirse o enmendarse sin mayor esfuerzo. La gente es como es, y nosotros también a lo largo de los años nos hemos resistido, por esa misma zona de confort que mencionaba, a desaprender, a empezar de cero, a replantearnos por qué somos tan complejos. La personalidad de cada ser humano es compleja, inclusive esto es válido para quienes en apariencia nos resultan demasiado básicos o limitados con su razonamiento. Nos estamos viendo pronto. Punto final.    

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