16 de marzo de 2023

El principio

Probablemente ésta sea una de las últimas notas que escriba este mes, aunque todavía queda un largo trayecto por recorrer. Hubo varias causas que llevaron a un desinterés al momento de darle forma a unas líneas en este blog. Por supuesto, son situaciones transitorias, y luego volveré al ruedo. Ya no podemos decir que nos "plancha" la ola de calor y continuar renegando hasta el infinito, porque ahora la cosa más o menos se estabilizó, era sólo cuestión de soportar lo que nos tocó en suerte. Había mucho malhumor entre la gente por todo eso, y es lógico, básicamente porque no podías hacer más que no fuera permanecer recluido en tu casa una vez cumplido el horario laboral. Durante todo este tiempo (deja vu de la nota anterior) me puse a pensar en aquellos que debían trabajar a la intemperie cuando la mayoría estaba con un ventilador o aire acondicionado. Un ejemplo son los pibes del delivery, los que deben levantarse temprano para que nosotros tengamos el pan crocante cuando vamos a buscarlo a media mañana, y muchos más, la lista es extensa. 

Estaba leyendo sobre la caída del Banco Credit Suisse, e inevitablemente me hizo acordar a lo que sucedió con el escándalo del Banco Ambrosiano en el Vaticano. No cabe duda de que debe haber un lavado de dinero fenomenal de por medio. La tercera y última saga de El Padrino, se centra precisamente en este último. Y volviendo al tema del Suisse, la diferencia es que el Banco Central Suizo (no sé el nombre exacto en castellano), salió al rescate para que no se produzca un inminente colapso. Hay cuentas secretas por cifras que no tenemos siquiera la capacidad de dimensionar. Sólo cuando la Justicia de un determinado país hace un pedido formal para conocer esos datos (en una investigación en curso), esos paraísos fiscales acceden a aportar información. Pero uno, que nunca alcanzará a juntar ese flujo de guita para fugarla por ahí, no puede dejar de pensar que los peces gordos seguirán bajo un manto de impunidad. 

Un amigo me contó hoy que el diario más prestigioso del mundo, The New York Times, había dejado de imprimirse. Me pareció raro, pero no por ello algo descabellado. Buscando en Internet, descubrí que eso aún no sucedió, aunque el CEO de la editorial le dio un plazo máximo de 20 años  de vida en una nota reciente para la cadena NBC. Es una estimación, desde luego, pero es lo que se viene. Clarín reportó hace unos meses que por primera vez en la historia del diario, el dinero que recauda por las suscripciones digitales superó a los ingresos por publicidad. Si ustedes han leído o al menos hojeado un ejemplar reciente, verán que los avisos clasificados se redujeron a su mínima expresión. Durante casi medio siglo, esa fue la principal ganancia de Clarín, un medio que en ese sentido fue innovador no sólo por incorporarlos y hacer de ellos un negocio exitoso, sino porque además se fue consolidando con el formato tabloide (o berlinés, como se lo denomina en la jerga), que lo hacía más fácil de leer en un tren o en un colectivo que el formato sábana que distinguió a otras publicaciones más conservadoras, como La Nación. LN hoy se publica en el mismo formato que comenzó a hacerlo Clarín en los comienzos, excepto los fines de semana. Pero eso fue una mera concesión que optaron y se permitieron hacer ante sus lectores más fieles, que están ligados al empresariado y a las clases altas. 

Hablar del "target" de La Nación puede sonar, hoy por hoy, a un prejuicio típico de militantes de izquierda venidos a menos. Pero yo no veo en Lobos o en ciudades chicas que gente que todavía se considera joven, vaya a comprar LN. Ni por asomo. Es un medio, además, que si vos sos un tipo con ideales, que te definís progresista, o que quizás creés en la justicia social, te exprime como una picadora de carne. Dudo que dures mucho laburando ahí a menos que tu cabeza se vaya amoldando a la línea editorial del diario. Es obvio que si ese tipo de periódicos siguen editándose, tanto en la Web como en papel, es porque tienen un público afín a lo que expresan en cada nota, a veces sin la mínima sutileza. Los K podrán tildarlos de opositores, y es claro que lo son, sin embargo ellos venden un producto periodístico dirigido hacia esos tan mentados opositores. Si querés encontrar noticias como si estuviéramos en Disneylandia, te aconsejo que leas Página/12. Lamentablemente lo que veo es que no hay ninguna publicación que asuma una posición intermedia. La Argentina ha sido (y lo sigue siendo), cantera de periodistas excelentes y comprometidos, que redactaban cada nota con el esmero y la minuciosidad propias de una pieza literaria. Porque, por sobre todas las cosas, tenían un vocabulario amplio. Eran irónicos y mordaces cuando se presentaba la ocasión, y también eran frontales y directos cuando querían hacer llegar al lector un mensaje contundente. 

El problema con los empresarios que compran medios de prensa (o son accionistas mayoritarios), es que como no son periodistas, por lo tanto después no saben qué hacer con ellos en el caso de que pierdan rentabilidad. Creen que invertir en algo así les garantiza un capital que en muchos casos comienza a declinar como consecuencia de la reducción de gastos y de personal, que es lo primero que suelen hacer cuando ya toman posesión de un diario, un portal, o un canal de TV. Se está hablando mucho de la inteligencia artificial (AI), de esos sofisticados chats, pero hasta ahora no hay una máquina o un software que pueda reemplazar la labor del periodista, o más concretamente, del cronista, que es el tipo que sale a la calle a buscar notas y no se queda sentado en una oficina como si fuera un estrado. Los editorialistas o columnistas al estilo de Mariano Grondona o Morales Solá son restos fósiles vivientes. No tienen cabida en la sociedad actual. Si les dan un lugar y les pagan bien es porque quizás para cierto público lector sean sinónimo de prestigio. Pero no más que eso, creo que ni aquellos que los consideran "serios" perderían su tiempo en leer parrafadas interminables que no llevan a ningún lado. 

Esos tipos hablan del narcotráfico en Rosario sin levantar su culo del sillón, dicen lo que a la gente le gusta escuchar. Nunca van a ir hasta allá para constatar la veracidad de lo que pretenden expresar. Ya hace rato que dejaron de caminar la calle, o quizás nunca les interesó. Yo me la he jugado muchas veces teniendo a todo el mundo en contra, pero no por hacerme el héroe, sino porque consideré que correspondía hacerlo. 

Por otro lado, si bien es cierto que haber estudiado Periodismo te brinda una formación excepcional que de otra manera no obtendrías -como fue en mi caso-, si no hablás con el vecino promedio no sabés interpretar el termómetro de la sociedad, no vas a llegar muy lejos. Nos estamos viendo pronto. Punto final. 


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