6 de marzo de 2023

Pueblo chico, ¿y qué importa?

 Hace unos días tuve un pequeño debate con un amigo, que fue en términos cordiales, como debe ser.  Bueno, la cuestión es que él afirmaba enfáticamente que Lobos ha dejado de ser un pueblo chico. Veamos: En el supuesto de que los datos del último Censo sean certeros, 42.000 y pico de habitantes no constituye una gran población. Pero hay un dato que debe estar ligado al anterior, que es la cantidad de personas por km2, o la densidad demográfica. Si tenemos en cuenta que el partido de Lobos, incluyendo localidades de la zona rural casi inhóspitas, podríamos decir que sí, somos un pueblo chico.

Más allá del crecimiento poco significativo con el censo de 2010, y pese a que ha habido una expansión de la urbanización en los últimos años, seguimos manteniendo un status quo similar al de cualquier municipio del Interior de la Provincia. Pero debemos tener honestidad intelectual suficiente para comprender que las actitudes, la agresión sin fundamento, y otros aspectos más, distan de pertenecer a un panorama plácido y halagüeño como nos quieren hacer ver. Aquí es muy difícil tener privacidad: todo el mundo sabe qué hacés, de qué trabajás, adónde vas, y qué ideas políticas tenés. La gente que se entretiene hablando de la vida ajena te ensucia con calumnias e infamias, inventa rumores que van circulando de boca en boca (y de celular en celular) y que como una bola de nieve no se pueden detener –quizás- hasta que el aludido haga algún pronunciamiento público desmintiendo las barbaridades que le están dedicando. Muchas veces provienen de gente que ni siquiera lo conoce, pero que se prende en la joda porque le tiene bronca, vaya a saber por qué. Estamos acostumbrados a la hipocresía, a ver cómo gente de dudosa autoridad moral para criticar tiene asistencia perfecta a la Misa de los domingos o cualquier otro culto religioso. Si van para redimirse, está okey, procuren no purgar las culpas ante un altar y aprender a comportarse. Y si no es así, sería mejor que se quedaran en su casa. Yo no soy precisamente ejemplo de nada, y por ese motivo me daría vergüenza aparecer en un templo como si fuera la quinta esencia de la bondad.

 Es gratificante sentirse parte de un barrio y mantener relaciones cordiales con tus vecinos, pero las reglas de buena convivencia se fueron al carajo y -por otra parte- no queda casi nada de aquellos años donde los chicos podían jugar en la calle a cualquier hora, donde había verdaderas "amas de casa”, que no por ostentar esa condición se creían víctimas del patriarcado o cualquier delirio feminista posterior. Reitero: Es estos tiempos de fervorosa militancia feminista, sigo sosteniendo que esas mujeres, esas amas de casa a las cuales me refiero, no se sentían subestimadas ni disminuidas por esa condición, sino que se encargaban con dignidad y orgullo del cuidado y sostén del hogar mientras su pareja o su marido trabajaba. Por supuesto que ambos pueden laburar en cualquier empleo que deseen y eso no contradice lo que dije antes.

Con el paso del tiempo, los nuevos paradigmas hicieron que en muchos hogares ambos cónyuges deban trabajar para poder mantener a la familia, o bien lo hacen porque cada uno desea manejar su propio dinero. La mujer consiguió importantes conquistas sociales en el último siglo, no obstante lo cual muchas de ellas no asumen el rol de madre y esposa y creen que formar una pareja es una empresa o una sociedad anónima. Del mismo modo, hay padres abandónicos, que no reconocen la paternidad de sus hijos, que no cumplen con la cuota alimentaria. Qué equivocados que estamos, cuánto nos falta aún para comprender una de las pocas frases decentes que dijo Maradona: “Yo no soy ejemplo de nada, ejemplo son los padres”. La escuela imparte conocimientos y algunas pautas de convivencia, pero adhiero plenamente a que la educación de nuestros hijos comienza por casa, como sostuvo el ex presidente uruguayo “Pepe” Mujica. Nos estamos viendo pronto. Para no abrumarlos, en ningún momento hablé sobre la ola de calor porque ya sería un tedio total. Punto final.  

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