Las expectativas que uno tiene pueden ir pendulando del optimismo a la decepción según situaciones puntuales. En lo que a mí respecta, debo decir que por mucho que reniegue o me queje, la vida ha sido demasiado generosa conmigo. Logré muchas metas que casi ni imaginaba y que, a su vez, no hubieran sido posibles sin las personas que estuvieron a mi lado, sobre todo mi familia. No me sale reírme por cualquier boludez como promueve la literatura de autoayuda, pero sí cuando viene a mi memoria alguna anécdota, no puedo evitar cagarme de risa y pensar que yo estuve ahí compartiendo ese momento que todavía conservo en el chip mental.
Cuando te encontrás con alguien en la calle y te dice: "¡Estás igual!", nunca sabés si se refiere a que seguís siendo el mismo nabo de siempre, o a que tu aspecto físico se mantiene similar al de la última vez. Un cambio puede producirse naturalmente y sin ningún tipo de situación traumática si lo entendemos como un paso necesario que hay que dar en la búsqueda de algo mejor. Parece una idea muy básica, pero no lo es. Hasta uno mismo termina hastiándose de la propia rutina que inconscientemente se impuso, y busca otras formas de distensión para no sumirse en el tedio. A su vez, ello también se convertirá en rutina al cabo de un tiempo, y lo bueno es que se puede ir dándole una vuelta tantas veces como nos lo planteemos, tomándolo como un ciclo que se va renovando. Como cambiar las capas de piel.
No sé, pienso que no me bancaría ir todos los días y así permanecer años yendo a un club con otro grupo de viejos a jugar al truco. Me aburriría, y todo me hace pensar que la conversación trasuntaría por temas repetidos, como resultados de fútbol, política, minas, y otras boludeces más. No me lo imagino como un lugar donde la gente tenga ganas de recomendarte un libro o una película, sí observo que a cierta edad la gente mira televisión y no hace mucho más. Tampoco sería justo pedirles que hagan otra cosa, han trabajado durante tres décadas y ya se han jubilado. Pocas personas jóvenes se informan o entretienen, hoy por hoy, mediante la TV, excepto que haya algún partido importante de la Selección o un fenómeno que transcurre en tiempo real, porque cuando pasa un hecho realmente grave o conmocionante, los canales suelen interrumpir su transmisión habitual para poner en el aire un móvil en vivo.
Aprendemos a no ser tan ingenuos, a desconfiar, a ser más cautelosos y reservados. Sé guardar un secreto, pero no sé si una determinada persona tiene la misma capacidad, por más que seamos amigos. Sea como fuere, no nos dejemos llevar a creer en todo lo que nos dicen los aduladores. Es mera vanidad, que se confunde erróneamente con la autoestima. Porque la autoestima implica una valoración integral de lo que sos capaz de hacer, pero sin soslayar tus debilidades o puntos vulnerables.
Por un lado, una parte de ese aprendizaje es doloroso,
porque a todos nos gustaría conservar la ingenuidad de la infancia. Y los pibes
de hoy crecen en un contexto dominado por otros intereses o prioridades. Es
obvio que el mundo que supimos conocer no es el mismo que les toca afrontar a
ellos. Todos los que nacieron post 2001 no saben lo que fue vivir en los ’90, a
menos que se los hayan enseñado o busquen un video de pura casualidad. Y eso me
hace comprender por qué esa generación abrazó al kirchnerismo casi como una religión. Era una suerte de
reivindicación (en sus inicios), opuesta al menemismo.
Los juegos infantiles van cambiando, la plaza del barrio ha dejado el lugar de paseo o recreo donde se convocaban todos los chicos del vecindario y la mayoría se quedan encerrados mirando el celular o jugando a la Play. Aquello que hoy es objeto de debate entre pedagogos y educadores, mañana será tan sólo un recuerdo. El enfoque que, a mi modo de ver, nos debe generar preocupación, está en otro lado. Y es en la falta de contacto interpersonal, sustituido por chats de WhatsApp en el común de los casos.
Pero seamos honestos: Si los adultos a veces tenemos que lidiar con personas que nos mienten descaradamente, o con una situación económica que nos complica, imaginemos cómo reacciona un chico ante esas circunstancias, cuando intenta hacer pie en una ciénaga para conseguir un laburo y la va remando como puede, quiere ganarse su plata para gastarla en lo que se le cante. Y está bien. Muchos lo hicimos. Si querías comprarte una pilcha de marca, como se llamaba antes, te la tenías que pagar vos. Bueno, ese ejemplo es particular no es representativo para mí: Nunca fui “marquero” y me daba lo mismo andar con un jean cualquiera que con un UFO o un Levi´s. Eran lindos los UFO, debo reconocerlo, tenían buena confección y con uno de esos tirabas facha seguro. Las chombas del "cocodrilo" están re quemadas, dado que abundan millones de réplicas y además hace años que dejé de usar esa prendar de vestir, lo mismo que las camisas. Deben quedarme una o dos camisas en el ropero, las otras las regalé todas. Sólo tengo esas en el caso de que necesite concurrir a un lugar más formal. Pero para andar en la calle o en la bici me incomodan.
Retomando lo que expresaba al comienzo: Hoy está todo tan radicalizado, que no se admite que un periodista reconozca logros de este Gobierno y al mismo tiempo marque sus puntos débiles. O se es obsecuente, o si estás en la vereda de enfrente pasás a ser considerados opositor, cipayo, gorila, destituyente. Hay amistades que se han roto por cuestiones políticas, gente que no se saluda porque adoptaron ideologías antagónicas, aunque siempre he sospechado que –al igual que las religiones- no dejan de ser un gran negocio para seducir a las masas, mientras los parroquianos del bar despilfarran 40 minutos gastando saliva en discusiones estúpidas a sabiendas que no se pondrán de acuerdo. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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