Lunes por la mañana en la ciudad. La verdad es que ayer fue un día tranquilo. Salí de mi casa solamente para cubrir la Fiesta del Día del Niño en la Plaza 1810, un clásico de Lobos y del cual sin lugar a dudas debemos sentirnos orgullosos. El resultado final es fruto del trabajo de los organizadores, de la Comisión, y de los voluntarios que destinan su tiempo para colaborar en la tarea que les sea asignada. Pese a que se trata de un evento que ya superó el medio siglo de vigencia, cada edición es diferente, porque los chicos no son los mismos, la sociedad cambia al compás de la tecnología, de los nuevos usos y costumbres.
No es nada sencillo brindar un festejo totalmente gratuito de esa magnitud. Nunca lo fue, menos aún en las condiciones actuales. Pero no quiero referirme reiteradamente a lo que todos sabemos.
Buena parte de mi trabajo tiene como soporte, el material fotográfico. Hay lugares donde, con mi modesto equipamiento, no es posible obtener buenas fotos. Me pasó en las últimas elecciones, por citar un caso. La imágenes en sí mismas valían la pena, y por ese motivo fueron publicadas. Sin embargo, la iluminación deficiente, la aglomeración de público, y una serie de factores que no vale la pena mencionar, me obligaron a recurrir al retoque digital para mejorar la calidad. Siempre que puedo trato de evitarlo. Pues bien, en la jornada de ayer no fue necesario. Un celular promedio, sea cual fuere la marca, siempre saca mejores fotos con luz natural que en un recinto cerrado. La buena noticia es que gracias a la ayuda de mi viejo, pude poner nuevamente en funcionamiento la cámara pocket, que algunos la ven como una reliquia u objeto de colección, pero continúa siendo extremadamente útil. La resolución es aceptable, y el margen de error es muy bajo. Claro que, en un espectáculo de danza o algo así, se complica bastante congelar o capturar con nitidez cuando esas personas están en movimiento.
Hoy por hoy, ni se me cruza por la cabeza gastar en cualquier nuevo accesorio, que seguramente podría ser considerado una buena inversión, pero a valores de hoy, se torna cuesta arriba. Si buscás algo tan elemental como un pendrive de 64 GB, tenés que hablar de 6.000 pesos para arriba. Comprarlo en Mercado Libre no es una opción tan ventajosa como lo era hace un tiempo, porque lo que te ahorrás en ese producto lo debés pagar en concepto de gastos de envío. Siempre hago esa sumatoria porque es la única manera de comprobar si realmente me conviene. Mi contribución al comercio local es normal, compro lo que necesito dentro de lo que puedo mi presupuesto, y si busco algo específico que sólo tienen plataformas como ML, lo primero que veo es la reputación del vendedor. Por lo general, pregunto si no pueden despachar ese producto en el día o en un corto plazo, porque ya después que hiciste la compra, tenés que chatear con el vendedor innumerables veces (en el supuesto de que te responda), para que se ponga las pilas. "Yo ya pagué con el costo del envío incluido, ahora te toca cumplir a vos", sería el mensaje pretende transmitir de forma más sutil a menos que no se den por aludidos.
Y ya que hablamos de pilas, ese sí es un insumo que no puedo dejar de tener disponible, porque las uso para el grabador. Está la posibilidad de grabar con el celular, pero me acostumbré tanto a la claridad de sonido que brinda el grabador, que no le saco provecho al teléfono dentro de todas las aplicaciones que tiene. Hace unos meses me compré un reloj de pulsera, común y corriente, para que el hecho de ver la hora no se vuelva un pretexto de quedarse embobado con el celular. No niego que sea útil, obviamente que lo es, tanto por el WhatsApp, como para publicar alguna noticia urgente ligada a un hecho policial que te hayan enviado por mail. Se sabe que los informes de la Policía utilizan una jerga indescifrable, de manera que uno debe adaptarlos para que sean más concisos y legibles.
Ya con 21 años de mi vida dedicado a los medios, creo que más allá de lo teórico, he aprendido bastante en la calle. Seguramente no faltarán aquellos que me subestiman, pero no me importa porque nunca me lo han dicho personalmente, lo cual los hace más cobardes y pusilánimes. Yo rara vez hablo mal de un colega, en algún caso puedo estar en desacuerdo pero esa persona como labura de otro medio que no es el mío, no soy nadie para pedirle explicaciones, no me corresponde. Desde que tengo mi emprendimiento, sólo escribo para los lectores y para mí. Y a la gente que confía en vos todos los días, hay que respetarla, es lo menos que se merece. Los portales digitales tienen una dinámica muy cambiante, y la relevancia de una nota, el espacio que ésta ocupe, surge de una tendencia que los lectores van marcando.
No hay manera de ser un triunfador nato como pregonan los influencers y los que hacen coaching. La vida no funciona bajo esa lógica. El fracaso es parte del devenir de tu vida, no podés soslayarlo. Y si estás como Director de un medio de comunicación, el único responsable sos vos, salvo que tengas empleados y que alguno de ellos se haya mandado una cagada. De mí podrán decir lo que quieran, menos que no sé redactar. Porque no está de más recordar que escribir es distinto a redactar. Habrá quienes tengan más oficio, y otros a los que les cueste más, es parte de la experiencia.
Hay recursos que no cualquiera tiene, porque están basados en la formación profesional y en saber interpretar el gusto popular. Un texto debe reunir determinadas condiciones para que atraiga la atención, pero eso choca con la pretensión de ser original y darle un enfoque novedoso a algo que ya de por sí tiene impacto mediático.
Aportar otra mirada enriquece lo que vayas a expresar. Eso es válido tanto para la literatura como para el periodismo. No hay una fórmula del éxito, por supuesto, Pero escribir sobre algo que no lo hayan hecho el resto de los medios, ya te otorga otro posicionamiento si lo sabés aprovechar teniendo en cuenta el interés de la audiencia. En las redes sociales, que son muy útiles para amplificar el contenido, el objetivo es que si esos lectores se identifican con el material que vos publicás, después se sumen como seguidores. Los auspiciantes no dan avisos a diarios o publicaciones que nadie lee, eso está claro, pero no vale la pena detenerse en eso ahora.
Mientras tanto, yendo a temas que se han convertido en permanente discusión, seguimos debatiendo el rol que debe asumir el Estado en la economía, qué tan intervencionista debe ser, si la salud o la educación pública son derechos adquiridos. Hay que reducir el déficit fiscal, no caben dudas, pero la privatización de las pocas empresas que controla el Estado no son la mejor solución. Como vivimos en una volatilidad constante, cuando hay un poco de oxígeno que nos permite vivir mejor creemos que eso es "gratis". No, no lo es. Para conseguirlo, hay que ajustar en determinadas áreas, pese a lo impopular que es hablar de "ajuste". Precisamente, es impopular porque a lo largo de la historia, quienes han tenido que hacer el mayor sacrificio y esfuerzo para sostener políticas económicas que no aseguraban prosperidad, han sido los que estamos más abajo.
Todo esto explica, quizás, por qué se votó como se lo hizo en las PASO. Lo que hoy llamamos peronismo, no es el peronismo de Perón y Evita. Lo que se conoce como radicalismo, no es la UCR de Alfonsín, Frondizi o Balbín. Toda esa gente murió hace rato, y otros se atribuyeron el acto de enarbolar esas banderas como tabla de salvación. Los principios y las convicciones que se declaman están muy bien, pero si no hay guita en el bolsillo, todo lo demás es un discurso vacío que continúa sin resolver la profunda inequidad de un país. Y esto no es nuevo, no es de ahora. Estamos hablando, lisa y llanamiente, de un país que -creemos- está destinado a la grandeza, pero que naufraga en la pobreza. Nos estamos viendo pronto. Punto final.