Domingo en la
ciudad. Hoy debo hacer un par de notas, que por lo menos son interesantes y no
significarán un tedio para mí. La verdad es que no siempre el interés propio
coincide con el de los lectores. De vez en cuando se alinean los planetas y
todo parece funcionar mejor. Mientras me cebo unos mates voy pensando en cómo
administrar mis tiempos para esta jornada. En la radio están relatando una
carrera de automovilismo. Como me distrae la atención y no me
importa lo que puedan decir, la apago. Así que sólo estoy yo con mi silencio.
Un silencio que es útil para un montón de cosas que requieren concentración. Un
silencio que no es pesado, que no agobia, sino que se disfruta. Los únicos sonidos que se escuchan son el del teclado de la compu y el de la bombilla del mate.
Pienso que me
tocó vivir en una época en que los cambios se producen más aceleradamente que
hace décadas atrás. Todos, en mayor o menor medida, debemos consumir (es decir,
gastar dinero) para sobrevivir. Pero no me gusta esa fascinación por lo nuevo,
por el último modelo de celular, o por el chiche tecnológico más reciente. Creo
que aun teniendo todo el dinero disponible para comprar lo más novedoso y
atractivo, no haría uso de esa posibilidad. Hoy por hoy es imposible pensar en
una sociedad "anticonsumo", pero sí podemos advertir entre quienes
nos rodean a las personas que tienen otra visión del dinero: No se endeudan
inútilmente, lo saben administrar, y prefieren disfrutar de un asado con vino
los domingos al mediodía antes de empeñarse a cinco años para comprar un auto
cero kilómetro.
Todo envejece
rápidamente, y lo que hoy es considerado el máximo adelanto de la tecnología
pasará al olvido en un par de años. A su vez, los objetos tienen una vida útil,
que está determinada por el uso que les damos y por el desgaste propio de los
materiales en que están fabricados. Cuando un artefacto deja de funcionar, es momento
de reemplazarlo, no antes. Yo tengo el mismo celular desde hace un año y no
tengo la menor intención en cambiarlo, porque es todo más de lo mismo, correr
detrás de lo último, de lo nuevo, cuando a mí no me atrae en absoluto un
teléfono móvil con un gran procesador o cámara de fotos con muchos píxeles. Me
resulta suficiente con que me permita recibir llamadas y enviar mensajes por
WhatsApp. Sin embargo, con respecto a las fotos, no vendría mal, porque lo
usaría para mi trabajo. En ese caso podría cambiar de opinión, o bien
conseguirme una cámara profesional. La cuestión es que se me ocurrió poner el
ejemplo de los celulares porque es el caso más corriente que suelo ver, pero
bien pueden pensar en otros objetos de mayor valor que constantemente aparecen
en el mercado prometiendo más confort o mayores prestaciones.
Podría seguir
adelante con este posteo pero creo que ya renegué demasiado por hoy y es hora
de aprovechar lo poco que queda del fin de semana. Hay que distenderse un poco,
sentarse a leer un buen libro bajo la sombra de un árbol, respirar profundo y
seguir este camino. Es la mejor manera de sentirse sano, sin tener que recurrir
a ansiolíticos, terapias alternativas o meditación. Por supuesto, la meditación
es una actividad muy saludable para reducir la ansiedad, pero podemos
conectarnos con nuestro interior de distintas maneras, simplemente
planteándonos honestamente cómo somos. Punto final.
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