Tardíamente, comencé a escribir algunas líneas este nuevo mes, bastante cansado del manejo que hacen los grandes medios de comunicación de hechos que no tienen mayor trascendencia. Es verdad que no se puede agobiar a los lectores con malas noticias o señalando con el dedo cada error de la gestión de Gobierno, pero está muy claro que el juego pasa por otro lado. Por mantener entretenida y distraída a la opinión pública, como si estuviéramos viendo un partido de fútbol, o una película. En realidad, la historia de la Argentina se ha escrito precisamente como una película. No nos ha faltado nada: guerras, crisis, hambre, tiempos de prosperidad, negociados espurios, y siempre una "vuelta de tuerca" imprevista. Debería ser un film que abarque 200 años, un período extenso pero que si tenemos en cuenta lo cíclico de nuestro devenir, podría resumirse con facilidad, y quizás sería un éxito comercial en los cines. El tema es que los protagonistas de esta película - o los actores de reparto- somos todos nosotros, en sucesivas generaciones, cada una desencantada y defraudada con la anterior. Y así sucede que los más viejos nos dicen a los jóvenes que es responsabilidad nuestra "arreglar el país", sacarlo adelante, como si ellos hubieran hecho algo para tal fin. Muchos, en rigor de verdad, sí lo hicieron, pero el esfuerzo individual no alcanza si no hay un objetivo en común.
Proponerse salir de una crisis, ya sea en tu vida personal o en otro ámbito, ya es un paso adelante. Muchos argentinos se vieron beneficiados mientras el resto se cagaba de hambre, o vivía en situaciones de extrema probreza. Igual que hoy. Costó -y cuesta- mucho esfuerzo escolarizar a los chicos, erradicar el analfabetismo, hacerles ver la belleza de la lectura o de las artes. Y cuesta, porque crecieron en familias donde tener un celular es más importante que un libro. Y donde la computadora se usa para bajar música por Internet, no para hacer los deberes. Entonces, en lugar de echarle la culpa a los que hoy están participando de esta "película", pensemos en todos aquellos que los antecedieron y no hicieron nada. Pasaron por la vida sin hacer nada, y lo que es peor, sin dejar un mínimo legado cultural a quienes venían después. Punto final.
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