Lunes a full, con mucho trabajo, felizmente. Más allá del ocio, me siento bien cuanto me mantengo ocupado, sumido en la vorágine de la información, los mails, los famosos "WhatsApp", las notas grabadas, y todo lo que hoy hace al periodismo. Son las nuevas herramientas con las cuales contamos, que antes no existían, y como sostengo siempre, no son ni buenas ni malas "per se", sino que depende de su uso adecuado. No quiero que invadan mi privacidad, por eso tengo mis contactos de WhatsApp o de Facebook y no sumo a ningún otro a menos que lo conozca personalmente o tenga una mínima referencia de quién es. Por supuesto, está aquel que como dice la canción tiene "un millón de amigos" en Facebook, y uno se sorprende por la facilidad con que se emplea la palabra "amigo". La amistad virtual no sustituye de ningún modo el contacto personal, una mateada, un asado, o una caminata.
Hay personas que viven alienadas por el exceso de tecnología. Miran todo el tiempo el celular, con ansiedad, como esperando que caiga un mensaje que quizás es totalmente irrelevante, pero el aparato sigue ahí, con un montón de chirimbolos y boludeces (cada vez más), y todo lo que conocíamos hace apenas unos años se vuelve obsoleto, antiguo, demodé. Vaya uno a saber por qué, si es por la voracidad comercial, o porque las empresas detectan ese espíritu de status y admiración que otorga tener un celular "top", sumando más pixeles a la cámara, agregando aplicaciones que casi nunca se usan, y buscando -desde luego- que sea un artefacto estéticamente deseable. Diseñar un celular o una tablet debe llevar un tiempo considerable, para seducir al potencial comprador, más allá de las prestaciones que tenga el equipo. A mayor cantidad de aplicaciones y conectividad, menos duración de la batería, otro negocio redondo. Porque cada vez duran menos, y en el caso de mi teléfono (que no es de los últimos modelos), me costó muchísimo conseguir una batería alternativa.
A esta altura de los acontecimientos, debatir si el celular es necesario o no en la vida diaria parece una discusión estéril o sin sentido. Insisto, cada uno sabrá lo que hace, pero yo no me voy a dejar dominar por un aparato o una red social. Lo uso responsablemente, entre comillas, si es que cabe el término. Del mismo modo que la computadora propiamente dicha: no estoy todo el tiempo bajando música o películas, de vez en cuando lo hago cuando sale algo nuevo, pero dejar la PC encendida para descargar música durante varias horas, ni loco. Usos y costumbres, que le dicen. Punto final.
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