En rigor de verdad, ahora que lo pienso bien, recuerdo que he
redactado para el blog en los horarios y situaciones más insólitas, o en medio
de los sucesos más conmocionantes, así que tampoco es algo nuevo en mí. Todavía
no tengo planes para el fin de semana (exceptuando mis obligaciones laborales),
por lo general esas cosas se definen el mismo momento, lo que sí puedo afirmar
es que no me veo muy entusiasmado para salir fuera del circuito habitual, hace tiempo ya que dejé de frecuentar los boliches y no está en mis planes volver a hacerlo.
Párrafo aparte, me pongo a observar mi biblioteca personal,
veo la cantidad de libros que no he leído o que apenas he hojeado, y creo que
sería bueno ir echándoles un vistazo de a poco. Sinceramente estoy indignado
con la Feria del Libro a la que concurrí por última vez, se parece cada vez más
a un supermercado del libro que a un evento mínimamente cultural. Es como
entrar a una librería grande, nada más que eso. Y ni se te ocurra tomarte un
café o comer un sándwich, porque te sale un ojo de la cara. Conozco gente que
va a la Feria por puro esnobismo, para decir que fueron, comprar dos o tres
libros que nunca van a leer y demostrarles a sus amigos y conocidos lo mucho
que les interesa la cultura. Señores, para ir de shopping vayan al Alto Palermo
o al que está en Canning y déjense de joder, que me vienen a hablar de cultura! Ojo, no está mal que cualquiera tenga deseos de ir a la Feria en cuestión, sólo digo que se desvirtuó completamente desde hace, por lo menos, 10 años.
Nuestra
ciudad cuenta con una abundante oferta de bibliotecas populares, que nos
brindan acceso tanto a los clásicos de la literatura universal, como a los
"best sellers" si así lo prefieren. Me parece más provechoso fomentar y frecuentar esos estantes inmensos repletos de volúmenes de todo tipo, antes que el efìmero encanto de la novedad. Punto final.