Primer día de la semana, bastante "movido" por cierto, no sólo por mis horas de trabajo, sino porque además tuve que dedicar el resto del día a saldar deudas, organizar mis finanzas, y otras cuestiones para las cuales se necesita hacer números y pensar bien antes de actuar. Si todo sale como lo estoy delineando, podré llegar a fin de mes con algo de guita en el bolsillo y no en default como nos sucede a la mayoría.
Hay gastos que se vuelven impostergables: por ejemplo, tuve que pagar casi $ 600 para comprar una cubierta nueva de la bici, antes de que explotara o se reventara por el desgaste en la que estaba en sus orígenes. Alguien me podrá decir que no es una suma considerable, y quizás tengan razón, pero podría haberla destinado a comprar alimentos en el súper o un buzo de abrigo, que es de mucha utilidad con este invierno en ciernes.
En fin, creo que lo más importante es que de a poco voy planificando más determinadas cosas relacionadas con la economía doméstica, siendo más previsor con aquellos gastos que uno debe hacer forzosamente y posponiendo otros que tal vez no sean tan necesarios. Y veo que todos estamos haciendo lo mismo. Se terminó la época en que la plata me rendía lo suficiente para darme un gusto de vez en cuando. Hoy por hoy lo único que hago a veces es tomar un café en el bar, nada más. La mayoría de la gente "de a pie" la está pasando igual, tiene que vender muchas cosas que supo adquirir con esfuerzo y orgullo (las "joyas de la abuela" por así decirlo) porque de otra manera no llega a satisfacer necesidades básicas. Todo ello resulta en un empobrecimiento progresivo de argentinos que antes gozaban de cierta estabilidad o posición económica, y no es que fueran privilegiados por eso. Todo se vio distorsionado o desdibujado totalmente cuando la inflación sin tregua nos obligó a separar lo estrictamente necesario de aquello que puede considerarse superfluo o prescindible.
El tema es que algo supuestamente "superfluo", te genera un grado de satisfacción y te motiva a seguir, porque nadie se merece laburar sólo para pagar deudas y tener un plato de comida todos los días sin un poco de distensión. De lo contrario, nos convertimos en un engranaje más de una máquina de picar carne. Punto final.
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