Viernes por la noche en la ciudad. Aquí estoy actualizando
el blog, para despuntar el vicio de escribir y no perder el contacto con
los que están del otro lado. Aunque no haya ningún cambio aparente, siento que
la sociedad está haciéndose oír aprovechando distintos medios que antes no
existían. A veces no es uno el que cambia porque lo desea, sino que hay circunstancias
que se fuerzan a hacerlo. Yo, en esencia, voy a seguir siendo el mismo. Se
trata más bien de modificar hábitos, costumbres, que es propio de la edad que
tengo y de que persigo otros intereses que antes me eran ajenos. Y las
prioridades son otras, como pensar seriamente en ganarse la vida con una
profesión, generar un rédito económico suficiente para atravesar los eternos momentos complicados del país de la mejor manera posible. Por eso, además de continuar
buscando aquello que me genere ingresos, estoy abierto a todas las ofertas de
laburo que me hagan.
Estar encerrado
entre cuatro paredes porque estás enfermo o el motivo que fuere es horrible. Cuando por fin te
recuperás pensás que el mundo se detuvo durante tu convalecencia, y en rigor de
verdad todo sigue igual. Nadie es imprescindible, y el lugar que hoy ocupo yo mañana lo ocupará
otro sin ninguna dificultad. Sí es cierto que hay personas más talentosas que
otras, y son esas personas las que dejan un vacío cuando mueren o deciden
retirarse. Pero tarde o temprano todos volvemos al polvo y lo único que nos espera es el olvido. No sé, quizá habría un par de casos en los que podríamos hacer una
excepción. Pero mientras estamos vivos, nos cuesta
distinguir lo imprescindible de lo superfluo, lo necesario de lo accesorio, lo
genuino del refrito.
Me llamó la atención la cantidad de lobenses que tuvieron el
privilegio de haber viajado a Francia en años anteriores y fotografiarse con la
célebre Catedral de Notre Dame, por lo menos a juzgar por las decenas de imágenes
que se fueron posteando en Facebook, en un ejercicio de vanidad que a uno lo
lleva a pensar: “¿Qué quieren mostrar?”. Porque si yo o cualquiera estuviera
interesado en conocer cómo era la catedral antes del incendio, basta con buscar
los millones de fotos que nos ofrece Google.
Y en ese darnos cuenta, es posible se nos vaya la vida, hasta que
en algún momento descubrimos lo realmente importante. Eso que hace que el esfuerzo valga la pena y
nos convierte en personas con iniciativa y voluntad.
Es el tiempo del periodismo digital. Y no vayan a creer que cambia mucho respecto de un diario impreso. Si querés hacer las cosas en serio, los principios éticos son los mismos. Y siempre conviene tener un archivo, guardar las notas viejas porque si lo hacés notarás que hay contradicciones muy evidentes, sobre todo en los políticos.
Acabo de leer, en una vieja revista, cuando el crecimiento
de los blogs en la Argentina era incipiente, que un blogger alertaba sobre el
llamado "síndrome del blog en blanco". No daba mayores precisiones
acerca de qué se trataba, pero no hay que ser demasiado astuto para suponerlo.
Crear un blog es relativamente sencillo. El desafío es mantenerlo. He entrado a
numerosas páginas cuyos posteos más recientes tienen dos o tres años.
Las modestas opiniones que suelo compartir aquí, las
promociono a mi manera, las doy a conocer en espacios donde sé que alguien se
puede llegar a interesar por leerlas. No me interesa que por cada texto que
escribo reciba 100 comentarios de personas que ni siquiera conozco. Si
sucediera algo así alimentaría un poco el ego, pero no sé hasta qué punto. Hay
gente que no tiene ni idea de lo que es un blog, y no me parece mal. Si no te
interesa algo, no tenés por qué prestarle atención. Es algo "casero", dado que
uno hace para difundir algo, no para facturar. Obviamente, si alguien le puede
encontrar la veta comercial a esto me parece perfecto, pero no es la idea. Al
menos para mí. Es fácil sumar visitas cuando tenés un blog en el cual ofrecés
links para bajar música en mp3, o películas completas. Por el contrario, cuando
sólo te respaldás por lo que escribís, la cosa cambia.
A veces me cuesta asimilar la idea de que ya estamos
promediando abril (sí, los nombres de los meses del año se escriben sin
mayúsculas) y los 31 días de su antecesor transcurrieron sin pena ni gloria, en
medio de la más absoluta intrascendencia y tedio. 31 días de nuestras vidas, en
los cuales soportamos el agobio del calor, de los opinólogos, de los mosquitos,
de los familiares de lugares remotos que brotan de la tierra como por arte de
magia y deciden por "motu propio" venir a visitarte. De acuerdo con
la siempre creíble pantalla de Crónica TV, dejamos atrás el famoso slogan "estalló
el verano", circunstancia que resultaba más que evidente en los cuerpos
bronceados y sudorosos de las modelos "top" del momento, estrellas
fugaces que aprovechan la siempre codiciada costa uruguaya para ganar
notoriedad y presencia mediática, que suele durar lo que un suspiro, dado que
para el verano cosecha 2020 la modelo "top", la chica de tapa, será otra, más longuilínea que la anterior, y
con un lenguaje más procaz y desprejuiciado, como parece ser la tendencia en
boga, según la cual la que no confiesa una noche de sexo salvaje con algún futbolista o empresario en ascenso no es digna de ser tapa de "Gente" o
"Caras".
Fueron meses de "hits" estivales de alta rotación
radial, de esos que torturan la salud auditiva de cualquier ser humano
racional, y que son profusamente descargados en pendrives o en reproductores
MP3 para luego ser borrados tan pronto como asoma abril o mayo y los destellos
de colores del otoño emprenden su llegada.
La rueda sigue girando, el tiempo no para, no hay manera de
detenerlo, y por obvio que resulte, no deja de provocarnos la angustia de
sentir que todo es demasiado efímero para ser real. Punto final.