Termina el fin de semana. No es que uno tenga en este momento muchas ideas que ameriten su publicación, pero siempre es bueno no perder el contacto. Un amigo, que suele leer las notas de este blog, me hizo notar días pasados mi tendencia a quejarme demasiado de las cosas. Y efectivamente, así es. Por eso este artículo está destinado a enunciar aquellas que me gratifican.
Con el paso del tiempo, uno va cambiando no sólo su aspecto físico, sino la manera de pensar. Por lo general, nos volvemos más intolerantes ante ciertas cosas. Consideramos que ya hemos soportado demasiado en el lapso que llevamos de vida y es por ello que no nos bancamos la estupidez, la mediocridad, y la burocracia de trámites que se vuelven interminables (entre otras cosas).
Asimismo, muchas veces sentimos que estamos luchando contra molinos de viento. Pasan las generaciones, y el país sigue siempre igual. Cuando somos jóvenes, todos tenemos ese entusiasmo de aportar algo para que las cosas mejoren, de distintas maneras. Puede ser militando en un partido político, en una ONG, colaborando con alguna donación, ayudando a los comedores de niños carenciados. Pero resulta que nada parece suficiente, nada parece alcanzar: como dije antes, pasan los años y seguimos estancados. Y esto no lo sostengo en alusión al kirchnerismo, sino a un desconcierto que a los argentinos nos persigue desde mucho tiempo antes. Y es que no creemos en la movilidad social, o lo vemos siempre demasiado lejos de nuestro alcance. No se puede entender por "progreso" tener un televisor LED gigante o el último modelo de celular: es algo mucho más profundo. Tiene que ver con cambiar nuestras concepciones, aceptar nuestras limitaciones, saber decir que no cuando algo nos resulta inaceptable. Las convicciones de la sociedad argentina son muy débiles, y para que el país crezca deben trascender. No hay recetas mágicas. Por ejemplo, todo el mundo reniega de la televisión basura, se horroriza por el morbo, pero son los programas que más rating tienen porque nos mantienen "entretenidos" y sin pensar como si fuéramos cobayos. Apenas una muestra de la hipocresía con la que estamos acostumbrados a manejarnos. Me pregunto si los jóvenes del futuro tendrán la sensatez que no supimos tener nosotros.
Siguiendo con esas cuestiones, es gratificante que los internautas contemos con una enciclopedia virtual muy completa como Wikipedia (superior incluso a la ya obsoleta Encarta) y saber que en ella encontraremos casi todo lo que estamos buscando. Lamentablemente, ya no se siguen vendiendo enciclopedias impresas.
Es, desde luego, un hecho significativo para mí el saber que hay gente que lee lo que escribo en mi diario digital, LOBOS 24, y que está dispuesta a prodigarme el elogio más sincero o la crítica más descarnada. Tengo ahí otra razón más para sonreír.
Como comentáramos con un amigo, años atrás, durante una de nuestras habituales caminatas por el parque, nos llena el espíritu encontrar pequeñas verdades escondidas en las páginas de un libro de un autor olvidado, engancharse con un programa de TV que evidencie un esfuerzo de producción, o escuchar un buen tema (recomiendo girar la perilla del dial de la AM hasta dar con una voz cálida y que tenga algo coherente para decir), lo cual nos brinda esa sensación tan particular de que eso que estamos disfrutando no es para cualquiera. Y no es porque seamos "los elegidos", pero convengamos que no todos están en condiciones de entender los códigos que maneja el autor -en el caso de un libro o de un programa- o el artista -en el caso de una obra- para exponer el fruto de su talento. Sentimos que con esos guiños, con esa mirada cómplice en el tratamiento del mensaje a transmitir, nos está hablando a nosotros. Es, en suma, un halago a la inteligencia. Porque anda mucho piojo resucitado que por tener billetes en el bolsillo cree que puede disfrutar de esos artistas únicos. El buen gusto no se vende en ningún quiosco; la inteligencia, tampoco.
Por otra parte, en mi rol de periodista, la principal es cubrir aquellos hechos que considero de interés público y a los que está dentro de mis posibilidades asistir. En Lobos hay mucha gente talentosa que no tiene posibilidades de dar a conocer lo que hace. Me siento bien pudiendo aportar mi granito de arena para que se conozca la producción artística de ellos, ya sea literaria o de otra índole.
Si bien lo sigo haciendo, no me desvela dar cobertura a conferencias de prensa y actos oficiales, dado que es algo que ya he hecho durante mucho tiempo y quiero guiar mis intereses en otra dirección. Mientras tanto continúo, hace ya más de 15 años, remando con esta nueva experiencia que significa redactar un blog. No estoy solo, por suerte. Cuento con la colaboración y el aporte de un grupo de amigos incondicionales que hacen que todo esto tenga sentido. Porque lo que hacemos desde aquí-y ahora hablo en plural- es muy humilde, pero merece ser respetado.
Como vivimos en un pueblo chico, uno se siente muy expuesto y pero pese a ello, en un blog "chiquito" como este puedo expresarme con completa libertad. En todos los órdenes de la vida, cada uno conoce los límites, hasta dónde puede llegar.
De a poco, todo el camino sembrado durante tantos años fue germinando en terreno fértil y es el momento de recoger la cosecha. En principio, porque este espacio fue concebido como una forma de conocer otra mirada de las cosas, quizás no muy original, pero sí personal. Punto final.