Hay verdades
absurdas y mentiras solapadas dondequiera que vayas, y más aún en lnternet. Abundan, también, los susurros estridentes y los
pájaros inquietos que brotan de la boca de los mercaderes. Todo se ha vuelto
demasiado difuso como para esbozar una conclusión, o arribar a una certeza. Así
vivimos en la Argentina, donde la información es un producto que se compra y
vende al mejor postor, con escuchas telefónicas ilegales, casillas de mail
hackeadas y un complejo entramado de teorías conspirativas. Todo el
mundo desconfía hasta de su sombra. Hoy tuvimos una muestra más de la gran mezquindad política que hay, cuando se tenía que discutir una normativa tan importante como la Ley de Etiquetado de Alimentos. Como consumidores, tenemos derecho a saber qué es lo que estamos comiendo, qué contiene, y no tener que darle infinitas vueltas al envase de un producto para que aparezca, en una tipografía casi ilegible, una serie de conservantes y aditivos que nada tienen que ver con aquello que creemos comer. Basta con revisar cualquier paquete de galletitas, por ejemplo.
Cuando hace unos meses hablé del trabajo, y de la frustración que sienten muchas personas por no poder laburar de aquello para lo cual estudiaron, varios lectores me manifestaron que compartían ese sentimiento. El tema es que eso no nos impida seguir adelante con nuestra vida, que no nos paralice, y que podamos aceptar que el futuro es diferente al que imaginábamos cuando éramos estudiantes.
Crecimos con la idea de que nuestro ascenso en la escala social no tenía techo si estudiábamos con dedicación y nos abocábamos a alcanzar la excelencia. Entonces, no es extraño que la primera vez que te das contra la pared sea cuando nos postulamos para un puesto que creemos merecer por nuestra trayectoria profesional, y hoy vemos que está ocupando ese lugar alguien mediocre o un inútil. Es normal, a todos nos pasa, y no debe confundirse con envidia. Y te digo más: te va a seguir pasando, porque donde sea el lugar que vayas te vas a encontrar con gente que no está capacitada y que no te podés explicar como accedió a un determinado empleo que era el que vos estabas buscando a menos de un acomodo o un intercambio de favores non sanctos. Yo ya lo tengo asumido, además de que la vida no es una carrera de Fórmula 1, ni una competencia. Cada cual va recorriendo el camino a su propio ritmo y voluntad.
También es frustrante para los padres que dejaron todo atrás para que sus hijos pudieran acceder a una buena educación, verlos haciendo laburos subcalificados que poco tienen que ver con su formación intelectual, y en los cuales no pueden desarrollarse plenamente. Inclusive, a veces pienso más en esos padres (los míos, los tuyos) que en los propios damnificados de este sistema perverso y tóxico. Alguien podrá decirme, que después de todo lo vivido en 2020, no es muy alentador redactar estas líneas, cuando uno tiene ya tiene las pilas un poco más cargadas. Precisamente por esa razón hay que continuar dando lo mejor, pero sin dejar que el árbol nos tape el bosque. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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