5 de octubre de 2021

Después del "apagón", tuvimos que volver a aprender

Martes por la noche en la ciudad. Pienso en el "apagón informático" de ayer, y en la necesidad de replantearnos varias cosas. No lo padecí ni mucho menos, lo único que lamenté fue el hecho de no haber podido publicar notas de mi diario. Quizás, si hubiera sido más prolongado, habría motivos para empezar a patalear y quejarse. Hubo que volver al viejo y querido SMS durante unas horas, lo cual es extraño porque ya todo se hace y se maneja por WhatsApp, sobre todo en países como el nuestro. Los yanquis no lo usan, y tampoco hay Wi Fi en todos lados como acá. Cada uno se conecta con la red de su propio celular. Esto no es ni bueno ni malo, funciona así. En fin, la cuestión es que, casi como una postal anacrónica, nos acordamos de que existe el teléfono fijo o "de línea". En mi casa está pero se utiliza poco, probablemente no tenga mucho sentido seguir conservándolo, pero por ahora el aparato resiste, con llamadas ocasionales para hacer encuestas o números equivocados de personas que piden un tema una radio muy conocida. Buscar en la guía telefónica es terriblemente engorroso por la letra minúscula que tiene, es un intento evidente de ahorrar papel y páginas de un objeto que casi no se usa. La mayoría de nosotros tienen anotados en algún otro lugar los números que considera importantes y nada más. Claro que a veces hay que buscar, por ejemplo, de una escuela, y no lo hallás tan fácil, porque seguramente está a nombre de un Ministerio, no dice "Escuela tal". Y no siempre la dirección que figura en la guía coincide. Bueno, ahora que tenemos Google Maps, parecería ser más fácil, pero es muy invasivo como toda búsqueda que realices en la Web. 

Hay verdades absurdas y mentiras solapadas dondequiera que vayas, y más aún en lnternet. Abundan, también, los susurros estridentes y los pájaros inquietos que brotan de la boca de los mercaderes. Todo se ha vuelto demasiado difuso como para esbozar una conclusión, o arribar a una certeza. Así vivimos en la Argentina, donde la información es un producto que se compra y vende al mejor postor, con escuchas telefónicas ilegales, casillas de mail hackeadas y un complejo entramado de teorías conspirativas. Todo el mundo desconfía hasta de su sombra. Hoy tuvimos una muestra más de la gran mezquindad política que hay, cuando se tenía que discutir una normativa tan importante como la Ley de Etiquetado de Alimentos. Como consumidores, tenemos derecho a saber qué es lo que estamos comiendo, qué contiene, y no tener que darle infinitas vueltas al envase de un producto para que aparezca, en una tipografía casi ilegible, una serie de conservantes y aditivos que nada tienen que ver con aquello que creemos comer. Basta con revisar cualquier paquete de galletitas, por ejemplo. 

 Desde aquel 30 de junio de 2005, el blog se va aproximando a los 2.100 textos publicados. De más está decir que buena parte de ellos no ha resistido el paso del tiempo y lograr ser perdurables porque los escribí en el marco de una coyuntura o en un contexto determinado que ya no existe. También hay otras notas que hoy no hubiera redactado, o lo hubiera hecho de otra manera. Pero traté de ser consecuente conmigo mismo y no borrarlas porque representan a quien yo fui, o supe ser. Creo que he hecho lo mejor que pude, teniendo en cuenta que no es un blog de noticias y que lo que intento es desentrañar una realidad que a menudo nos sobrepasa por completo.

 Cuando hace unos meses hablé del trabajo, y de la frustración que sienten muchas personas por no poder laburar de aquello para lo cual estudiaron, varios lectores me manifestaron que compartían ese sentimiento. El tema es que eso no nos impida seguir adelante con nuestra vida, que no nos paralice, y que podamos aceptar que el futuro es diferente al que imaginábamos cuando éramos estudiantes. 

Crecimos con la idea de que nuestro ascenso en la escala social no tenía techo si estudiábamos con dedicación y nos abocábamos a alcanzar la excelencia. Entonces, no es extraño que la primera vez que te das contra la pared sea cuando nos postulamos para un puesto que creemos merecer por nuestra trayectoria profesional, y hoy vemos que está ocupando ese lugar alguien mediocre o un inútil. Es normal, a todos nos pasa, y no debe confundirse con envidia. Y te digo más: te va a seguir pasando, porque donde sea el lugar que vayas te vas a encontrar con gente que no está capacitada y que no te podés explicar como accedió a un determinado empleo que era el que vos estabas buscando a menos de un acomodo o un intercambio de favores non sanctos. Yo ya lo tengo asumido, además de que la vida no es una carrera de Fórmula 1,  ni una competencia. Cada cual va recorriendo el camino a su propio ritmo y voluntad.

 También es frustrante para los padres que dejaron todo atrás para que sus hijos pudieran acceder a una buena educación, verlos haciendo laburos subcalificados que poco tienen que ver con su formación intelectual, y en los cuales no pueden desarrollarse plenamente. Inclusive, a veces pienso más en esos padres (los míos, los tuyos) que en los propios damnificados de este sistema perverso y tóxico. Alguien podrá decirme, que después de todo lo vivido en 2020, no es muy alentador redactar estas líneas, cuando uno tiene ya tiene las pilas un poco más cargadas. Precisamente por esa razón hay que continuar dando lo mejor, pero sin dejar que el árbol nos tape el bosque. Nos estamos viendo pronto. Punto final.

 

 

 




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