Al cabo de casi
20 años, puedo afirmar que estoy conforme con las notas que he escrito en este
blog. Este año ha sido muy particular para mí, los lectores lo saben sin
necesidad de que se los diga. Me tocó atravesar tiempos turbulentos, y como
debí abocarme a esos menesteres, hubo una merma en la cantidad de posteos que
normalmente suelo hacer. Todo parece tan extraño y complejo a la vez que
cualquier análisis que uno pretenda hacer se queda a mitad de camino. Insisto en que es
oportuno recapitular para tratar de saber cómo llegamos a esta situación.
Quienes detentan el poder actúan con total desparpajo y falta de decencia. Hace apenas unos días, Milei
hizo lo imposible para tener una foto con Trump y posicionarse como el amigo
conservador de un país bananero. Claro que Trump no es estúpido y no le dará
ningún beneficio a menos que el Peluca haga ciertas concesiones, sobre todo
aquellas relacionadas con el lobby de las empresas estadounidenses. Volviendo a
las primeras líneas de este texto, pasé 20 años escribiendo (y describiendo) la
realidad del país desde mi mirada. Quizás en alguna instancia estuvimos bien y
yo no lo supe percibir. La gente que votó a este gobierno no lo hizo por una
convicción de que eran personas idóneas, sino por rechazo al kirchnerismo. Hoy
ya es demasiado tarde como para volver atrás. Ya nada será igual. Reconstruir
la estructura del Estado será una labor casi titánica para aquel que se
proponga llevarla a cabo a partir de 2027. La inflación que ha acumulado la
Argentina desde 2005 hasta la actualidad debe ser una de las más altas del
mundo. La complicidad con determinados medios de comunicación para tergiversar
la realidad es más que evidente. Pero aun así, el principio fundamental es el
de la libertad de expresión. TN o Clarín ya no marcan agenda como antes.
Apareció el auge de Twitter, de las plataformas de streaming, los podcasts,
toda una madeja cibernética que estaba en pañales hace dos décadas.
Milei dice
admirar a Menem, pero el Turco era mucho más hábil para conducir. Era un
seductor nato para embelesar los hombres de negocios y el empresariado.
Moralmente los dos son nefastos, eso sí. Pero uno no puede evitar ver cómo la
degradación de la política está escalando a niveles nunca vistos en nuestra
vida institucional. Por ejemplo, nadie sabe qué hace la diputada Lilia Lemoine
en el Congreso, lo que sí conocemos son las guarangadas que dice en los
programas de televisión. Por momentos, la Argentina se asemeja a un país de
ciencia ficción. Si vinieran los extraterrestres a visitarnos, no podrían creer
que una nación próspera haya quedado reducida a cenizas. Se dice que Milei aún
conserva un alto grado de aprobación popular, y puede que sea cierto, pero eso
se le va a terminar pronto si siguen tirando de la soga. El alineamiento con
EE.UU. es más obsceno y patético que en los años del menemismo. Y además, no
parece que nos conduzca a ninguna parte. Hemos roto relaciones con países que
históricamente bancaron los reclamos de la Argentina en los foros
internacionales. La diplomacia que ejerce la Cancillería es totalmente torpe y
genuflexa. Milei no tiene peso político propio, no es alguien con vocación de
liderazgo. Tiene ambición de poder, probablemente, pero son dos cosas
distintas. No es un faro a seguir, y el experimento libertario terminará cuando
la economía transite por otra crisis más aguda e insostenible.
A título
personal, trazar una reseña de dos décadas puede resultar abrumador e
incompleto, ya que por lo general tenemos un registro nítido de lo más reciente
que nos ha sucedido y olvidamos aquellos hechos más lejanos en el tiempo.
También es frecuente que uno omita intencionalmente mencionar períodos que no
fueron de mucha prosperidad. Ausencias y silencios.
El presente me
encuentra en un punto de inflexión. Ya tengo una edad suficiente para asumir
responsabilidades que antes delegaba en otros. Llegó el momento de tomar las
riendas de la propia vida, pero sin soslayar que a veces no podemos solos. Hay
que hacerse cargo de eso y tenerlo en cuenta para rodearse de gente que
contribuya al bienestar y no a la toxicidad. No estoy para escuchar problemas
de terceros que se vuelvan recurrentes. Si puedo ayudar a alguien, la única
forma que se me ocurre es brindando algún consejo, pero a menudo uno se ve
superado por las circunstancias y no sabe bien qué decir. Todos hemos
atravesado por situaciones límite que no admiten consuelo alguno, son tan
irremediables y desoladoras que simplemente hay que esperar a que la herida
cicatrice y seguir adelante. Por mucha experiencia que uno crea haber
adquirido, esas vueltas del destino te sacuden como un mazazo. No hay una
manera de prepararse para afrontar una pérdida, o sobrellevar un duelo. Forma
parte de la vida, como también lo son aquellos destellos de felicidad que nos
produce ser respetados o queridos por nuestros pares. La cosa es así, amigos,
lo digo sin ponerme excesivamente reflexivo. Son las dos caras de la misma
moneda. Si aprendemos a valorar y vivenciar intensamente los momentos de
placer, la carga no se hará tan pesada, eso ténganlo por seguro. Nos estamos
viendo pronto. Punto final.
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