Todo este tiempo se estuvo hablando acerca de los libros que la Gobernación distribuye entre los
estudiantes. Uno de los más cuestionados es “Cometierra”, por incluir algunas
páginas de sexo explícito. Vayamos por partes: El libro, en sí, es malo. No es literatura
de calidad, más allá de lo que digan los puritanos del lenguaje. Yo lo leí y la
verdad es que no me causó una impresión deslumbrante. Después está lo otro, el
hecho de pensar si ese contenido es apto para menores, y es posible que por
responder negativamente a uno lo acusen de ejercer la censura. En todo caso, se
podría haber consultado previamente con la autora a fin de brindar una versión
adaptada del texto original, y de haber consenso, nadie podría alegar que se la
está censurando. Lo llamativo de todo esto es que la publicidad, supuestamente
adversa, su carácter de “libro prohibido”, hizo que el ejemplar volviera a las
listas de los best sellers. Es decir, tanto se habló de Cometierra, que hoy
vuelve a encabezar el listado de los más vendidos.
Cuando yo digo
que es una novela sin valor literario, lo hago desde mi subjetividad, por
supuesto. No me creo más que nadie. Habrá quienes piensen que es una obra
magistral, pero con todo el viento a favor sólo le alcanza para ser un libro
decente. La novela explora la marginalidad y ese es el supuesto acierto que se
le intenta reconocer a la escritora, que probablemente nunca se imaginó que las
críticas provocarían el efecto contrario. La señora que escribió ese texto lo
hizo en dos minutos. No se nota que haya un esfuerzo por construir una prosa
que interpele al lector, nada que ver. Dentro de unos años, el mismo libro
estará en las mesas de saldos, a liquidación por 200 pesos. Y si el lector
busca erotismo, también lo está haciendo desde el camino equivocado. Como
mencioné al comienzo, el corpus de Cometierra es el relato de los barrios
pobres del Conurbano, con una o dos páginas que refieren concretamente al sexo.
Desde mi percepción, todo el libro es olvidable. No estamos ante Isabel
Allende, Rosa Montero, Claudia Piñeiro, ni nada que se le aproxime remotamente.
Es Dolores Reyes, una don nadie hasta que escribió este esperpento que continúa
siendo juzgado (a favor o en contra) por quienes nunca lo han leído.
No es la primera
vez que hay una controversia de este tipo, ustedes recordarán que hace varios
años pasó lo mismo con “El anatomista”, un libro de Federico Andahazi que, si
bien no se distribuyó en las aulas, obtuvo un premio de un certamen literario y
los organizadores (encabezados por Amalita Fortabat) se opusieron a entregarlo
pese a la decisión del jurado. Estas polémicas hacen que las ventas se
incrementen, porque lo prohibido siempre atrae. Lo mismo pasa con la música y
con las películas. No sé quién fue el iluminado que dispuso que los chicos
leyeran Cometierra, sólo puedo decir que mientras se le siga dedicando espacio,
se estará provocando el efecto inverso, porque seguirá teniendo ese halo de
misterio y de provocación, que en realidad no es tal, pero es lo que hay. Nos
estamos viendo pronto. Punto final.
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