Lunes. Segundo
día de diciembre. Entramos en la recta final del año, y cada uno sabrá si es
oportuno o no hacer un balance de ese período. A veces no hace falta
recapitular mucho para darse cuenta si es saldo es positivo. O si por el
contrario, hubo un predominio de malas noticias que nos vieron desbordados.
Todo lo que espero es transitar el verano con tranquilidad, que no me falte el
dinero, e irme preparando para el próximo año de la mejor manera.
Hace unos días me
hice unos controles médicos que arrojaron algunos datos preocupantes, así que
no me quedará más alternativa que intensificar la actividad física. Empecé a ir
al gimnasio nuevamente, transpiré muchísimo, casi a chorros diría yo, y debe
ser porque vengo acumulando un exceso de estrés y ansiedad. Tuve que llevarme
una toallita para mitigar un poco la situación, me sentía avergonzado por sudar
tan copiosamente comparado con el resto de la gente que iba a entrenar. Ese es
uno de los inconvenientes que representa el verano para mí, padezco el calor
más de lo normal. Pero lo que tiene de particular es que los atardeceres son
hermosos y hay más horas de luz solar.
Lo que tengo que lograr en esta etapa es activarme todo lo que pueda con hábitos saludables. Debería haberlo hecho mucho antes, pero la ficha me cayó recién ahora. Quiero llegar a fin de año con los mejores recursos humanos que yo esté en condiciones de brindar. Es un proceso de búsqueda interior, que no es tan complejo como parece, simplemente hay que reforzar la voluntad. Ese es el problema, porque reconozco que últimamente no he sido muy voluntarioso. Lo que pasa es que me cansé de tener que remarla, como solemos decir. Mi deseo sería que las cosas se dieran espontáneamente, y no tener que sucumbir ante la abulia cotidiana. Que una conversación fluya naturalmente, que no haya que hacer preguntas estúpidas ni tener que ensayar respuestas del mismo tenor.
Las relaciones interpersonales
están muy deterioradas en la sociedad actual, donde todo se resuelve con un
WhatsApp o con un mail. Lo que estoy advirtiendo es que no hay espacio para una
comunicación real, y creo que muchas veces ni nos damos cuenta de ello. O a
nadie le importa, porque vivimos en un ritmo vertiginoso que nos conduce a la
falta de compromiso. Algún día habrá que replantearse qué lugar le estamos
dedicando a conocer al otro, y si no somos muy egocéntricos creyendo que lo que
nos pasa a nosotros es lo único relevante. Para una buena conversación, es
necesario escuchar atentamente y ser asertivos. Si no vamos en esa dirección,
los vínculos se tejerán con hilos demasiado débiles, y ya estamos grandes como
para perder el tiempo en un intercambio de palabras totalmente banal. Nos
estamos viendo pronto. Punto final.
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