Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les
pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a
situaciones que aparentan ser inmanejables. Hay que afrontarlas, y lo más
probable es que cuando llegue ese momento te des cuenta de que no era tan
terrible como parecía. El problema es que esa preocupación va ligada a otros
sentimientos negativos, como la ansiedad y la inseguridad. Si tenemos por
delante una reunión o un evento importante, es razonable suponer que esa
expectativa traerá consigo toda clase de sensaciones. Por lo cual no sería atinado
ofrecer resistencia a ello.
Ayer volví a ser
egresado, en esta ocasión del Centro de Formación Laboral. Después de más de 20
años de desperdiciar tiempo y oportunidades, volví a obtener dos títulos por
dos cursos que hice allí. Para mí, considerando cómo soy y el período
transcurrido, es más significativo de lo que representa para un adolescente.
Porque cuando empecé a tomar clases en marzo, me propuse llegar hasta el final.
Teniendo en cuenta mi personalidad, era un gran desafío. Podría haber dejado todo
por la mitad y a nadie le importaría. Pero yo tenía un objetivo en mente que
estaba por encima de todo. Aunque algunas clases fueran tediosas, entendí que
era necesario hacer un esfuerzo. Nada es gratis. Ya no puedo memorizar textos
como antes, mi mente funciona distinto. Por eso elegí cursos que tuvieran un
contenido más práctico que teórico.
En ambos casos se
formaron lindos grupos, con mucha amistad y compañerismo. Todos íbamos para
aprender algo, pero también para socializar y salir un rato de la burbuja
cotidiana. Yo he realizado estudios complejos con anterioridad, y lo que más me
costaba en aquellos casos no eran los conceptos, sino lidiar con muchas
internas que se daban dentro del grupo en lugar de tirar todos para el mismo
lado. Teníamos intereses diferentes, realidades muy disímiles. Hoy ya casi no
guardo ningún recuerdo de todo eso, porque yo tenía como meta graduarme y lo
pude hacer, pude estudiar periodismo y ello fue clave para mi formación
posterior. Después quise estudiar algún profesorado pero no se dio esa
posibilidad, a veces porque había docentes muy forros y mezquinos, y otras por
mis propias limitaciones. Había materias que -además de ser aburridas- no
aportaban nada al título que aspirábamos conseguir. Claro que si yo hoy estuviera
trabajando en la docencia, seguramente ganaría un sueldo mayor, tendría una
buena cobertura médica, y me podría jubilar siendo relativamente joven. Pero
eso lo estoy mencionando con liviandad, ya que entendí no es saludable pasarnos
la vida lamentándonos por aquello que no pudo ser. La historia contrafáctica
carece de valor.
Con estos cursos que hice, lo que logré es demostrarme a mí mismo que todavía estoy en carrera para emprender algo, casi en la mitad de mi vida, habiendo pasado los 40, y todo sirve para poder agregar conocimientos al currículum. Pienso que podría aprender albañilería, carpintería, o lo que fuere, y así en un futuro me daría maña para refaccionar mi casa sin tener que pagarle a otra persona por la mano de obra. A esta altura, salvo que me gane un premio en la quiniela, ya me hago la idea de que mis ingresos no van a ser muy elevados. Nunca me desveló ganar mucha plata, sólo busco alcanzar lo suficiente para no tener que pasar privaciones innecesarias. Y un pilar clave es tener buena salud. Si te enfermás por cualquier cosa y tenés que gastar en médicos y remedios, todo se complica aún más. Por otra parte, en condiciones de fragilidad como esas, tampoco podés rendir bien en el trabajo que hagas. Eso me llevó a dejar de maquinarme, porque lo que menos deseo es sumar complicaciones que yo mismo voy generando. Por lo tanto, ya no discuto con casi nadie, y menos de política. Mis opiniones las reflejo acá, y por supuesto que habrá quien no esté de acuerdo, es lógico. No me interesa convencer a nadie de que lo que yo pienso es verdadero. Yo tengo mis argumentos y los demás tendrán los suyos. Excepto los fundamentalistas que no son capaces de ver la vida con matices (como realmente es), todo juicio de valor merece ser respetado. Como cada uno va surfeando en su propia ola, y eso propicia que no nos detengamos a ver un cúmulo de cambios que se están produciendo a todo nivel. Cuando uno los percibe, ya llegaron para quedarse, como sucedió con las redes sociales.
Hoy ves que todo el mundo tiene Instagram
y yo la verdad es que no le encuentro ninguna ventaja a los reels, a las
historias, y todo eso. Sí, tengo cuenta de Instagram, pero la uso muy de vez en
cuando porque no soy de sacarme fotos a cada rato. Tampoco he vacacionado en
lugares que valga la pena mostrar. Eso no significa que esté mal utilizar FB o
IG, son tendencias que apuntan a una determinada franja etaria. Antes nadie
tenía Twitter tampoco, ahora eso cambió radicalmente, porque la clase política
se comunica por esa vía en lugar de hacerlo en entrevistas o reportajes como
era hasta no hace muchos años. Sin embargo, es difícil determinar si se trata
del efímero encanto de la novedad o si es algo que llegó para quedarse, como
este verano que está a la vuelta de la esquina. Nos estamos viendo pronto.
Punto final.
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