Emprender la tarea de actualizar el blog a mitad de semana, pese a que ahora que ya no dispongo de tanto tiempo libre como antes, te permite contar con otro prisma para analizar la realidad, porque los medios nacionales ya se despertaron de la "siesta" y sobreviene una avalancha de noticias de distinta índole no da respiro. Por otra parte, tenía ganas de retomar el contacto con los lectores, tanto lo que caen acá por mera casualidad o los que acostumbran seguir las notas que publico. Tener un programa de televisión me hizo bien, no por el rédito económico, sino porque me exige planificar, y ponerme al frente de un desafío distinto que iré desandando conforme se vayan sucediendo las emisiones. No quiero hacer el ridículo, por eso me esfuerzo en que sea un producto lo más prolijo posible. El juicio de valor lo hará la audiencia, obviamente.
Como suele suceder, uno aprende a valorar las pequeñas cosas
cuando ya no las tiene, y ahora extraño tirarme en la cama a escuchar música a
las cinco de la tarde, por citar un ejemplo de algo bastante sencillo que podía
hacer cuando esas horas me pertenecían. Pero comprendí que del ocio poco se consigue, excepto un poco de distensión cuando estás muy enchufado y querés "bajar un cambio".
Hace tiempo que no leo un libro nuevo, no los voy a engañar. Voy hojeando, pero decidirse a leer un ejemplar de principio a fin requiere ganas y saltear algunas páginas que el escritor eligió incluir y que no aportan nada relevante a la novela o ensayo en cuestión. Ultimamente han aparecido colecciones con obras de naturaleza feminista, un movimiento que ha despertado un vigor inusitado en la Argentina. Y aunque no comparta algunos de sus postulados, es interesante conocer las historias de las mujeres que consiguieron logros o conquistas sociales notables, como Evita, precisamente hoy que se cumple el centenario de su nacimiento. Por lo general, cuando leo, prefiero textos breves, concretos, pero no por
ello exentos de belleza o de virtuosismo literario. Tal vez por eso me enganché
con uno de Eduardo Galeano cuyo nombre no me acuerdo (creo que era "Las
bocas del tiempo").
Me molesta pensar que todo el mundo parece estar pendiente del dólar o del riesgo país, yo adopté la idea de disfrutar el día de hoy, pero a veces creo que es necesario decir basta. Dejar
de cuestionarse lo que los demás hacen (o los motivos por los cuales hacen las cosas) y
otear el horizonte con otra mirada. No necesariamente más optimista, sino diferente.
Podría escribir más, enumerar una por una las cosas que me
irritan, o bien las que me complacen, pero siempre quise que este humilde espacio, con sus
tropiezos y limitaciones, sea una instancia superadora. Espero estar en camino
de lograrlo, y que para aquellos que entrar a leer esto no resulte un tedio. Punto final, y estamos en contacto.