Hace unos días me desperté más temprano que lo habitual, como a las 6 AM. Me costó conciliar el sueño y cuando lo logré no
sentí que hubiera descansado. En fin, la cuestión es que di un par de vueltas
en la cama, hasta que me harté de ese ejercicio inútil y me levanté en silencio para no despertar a los otros habitantes de
la casa. Comprobé cómo todavía estaba en total oscuridad dado que en esta
época del año el sol empieza a salir pasadas las siete de la mañana. Me preparé
un té con leche y mientras lo bebía me puse a hacer zapping con el televisor.
Había poco para ver: la mayoría de los canales ponían en el aire los
denominados "informerciales", también conocidos como
"Teleshopping", vale decir, venta telefónica de productos inútiles y
seguramente carísimos. La radio tampoco ofrecía demasiadas opciones de interés,
más allá de una suerte de análisis de las noticias que aparecen en las tapas de
los diarios, o la mera lectura de los titulares. De a poco el sol fue asomando,
y me brindó una sensación placentera tras el frío intenso de la noche anterior que provocó
tantos inconvenientes para salir a la calle y hacer cualquier trámite sin morir congelado. Al
menos, era una señal de que el fin de semana no sería un total desperdicio. Un
día con el cielo despejado siempre nos hace ver las cosas un poco mejor, aún en
las situaciones más adversas. Es increíble lo lento que transcurren las horas
durante la madrugada. Sólo cuando
comienza a amanecer, nuestra percepción del tiempo cambia y entramos de lleno
en la vorágine propia de un nuevo día. Para finalizar este humilde post, les
pido a los multimedios que no nos rompan las bolas constantemente con la
cotización del dólar, no sé qué efecto tendrá en nuestras vidas (más allá de los
ya conocidos) porque no soy un economista, pero tampoco es cuestión de machacar todo el tiempo
con lo mismo. ¿Se acuerdan del dólar blue cuando Kristina perpetró el cepo
cambiario? Me hace acordar a la paranoia
colectiva que se está viviendo nuevamente con el "riesgo país".
Quienes nos dedicamos a ejercer el periodismo genuino debemos replantearnos dónde estamos parados,
cuál es el escenario actual y de qué manera vamos a defender nuestros derechos
de acceder a la información. Mientras algunos (sobre todo a nivel nacional) se
han visto favorecidos por su cercanía al poder político de turno, otros
obtienen un rédito similar oponiéndose de un modo sistemático a una gestión de
Gobierno. No somos felpudos de nadie ni mucho menos complacientes. Claro que no voy a ser tan ingenuo como para hablar de principios o
convicciones, cuando sobran ejemplos de pseudoperiodistas que se han vendido al
mejor postor siguiendo el viento de cola. No sólo los políticos se ponen el
chaleco salvavidas y saltan de un barco a otro antes de que se hunda el
Titanic para llenar el hueco de una lista de candidatos, cierto periodismo ha aprendido la miserable actitud de adaptar
su pensamiento a los "tiempos modernos". Punto final.