Durante los últimos días de enero, dejé de escribir acá, en este blog, transitoriamente. Puede que no se hayan percatado, y a decir verdad no se perdieron de mucho. Sentía que no era el momento, que mi mente se había puesto anacrónica. Pero si el momento no es ahora, ¿cuándo es? ¿Quién dice cuando sí o cuándo no?
Tampoco quería tener la presunción de que (quizás) me estaba autoplagiando involuntariamente, y si lo que buscás es ser creativo, flaco favor le hace el hecho de repetir frases casi de comodín.
Hoy comenzamos un segunda instancia del año, todos sabemos que febrero no sólo es breve porque tiene menos días que el resto de los meses, sino que además es la percepción que tenemos por los feriados de carnaval. Me contradigo más de lo que parece, por ejemplo: Sostengo que debemos aprovechar el tiempo al máximo, pero cuando no tenés ganas o no hay un plan para salir de las cuatro paredes, las posibilidades de esparcimiento se reducen.
No me gusta el bar nuevo que abrieron en la 9 de Julio, en el Paseo del Corralón (es decir, casi esquina Ayacucho). Tiene onda de ser el lugar de moda, de ser cool, pero la taza de café es diminuta y los mozos tardan bastante en atenderte. Básicamente, fui porque un amigo me invitó, esa es la verdad. Veo muchos pibes, gente que claramente es más joven que yo. Si vos te fijás el target o la franja etaria de otros lugares, como El Escritorio, el contraste es notable. Pero cada cual frecuenta el espacio donde más a gusto se sienta. Yo elijo ir a un comercio o a otro, ya hablando fuera de lo que es el rubro gastronómico, ponele. Y lo bueno es que, si sos perceptivo, siempre encontrás material para una nota periodística, un texto literario, o lo que sea. Yo diría que en ese sentido, Lobos es fuente inagotable de recursos, el problema es que estamos acostumbrados a ver todos los días lo mismo, a transitar siempre las mismas calles, pero aun así hay muchas historias por contar. Quiero ir en esa dirección, y no darme manija sobre si no encuentro algo para escribir. Hay que hacerlo y ya, es un trabajo como cualquier otro, siempre lo he entendido así, solo que ahora no expreso de un modo más contundente.
Tengo 20 años de trayectoria en los medios, y seguramente me falte mucho por aprender aún. Es un proceso constante. Hay que cambiar el aire, juntarse con quienes tengan ideas interesantes y no dejarse llevar por la eterna melancolía. Porque si te pasa eso último, ni vos mismo te vas a soportar. Es decir, tu modo de actuar te va a resultar intolerable, es complejo de explicar pero es relativamente fácil vivenciarlo, pensar "qué estoy haciendo acá" y darte cuenta de que es un no-lugar, algo totalmente ajeno a vos y que además te genera incomodidad. Todos sabemos que la vida no se nutre de la comodidad o de la zona de confort, pero elegir voluntariamente eso, ya es otra historia. A esta altura, uno conoce dónde es bienvenido y dónde no, por los motivos que fueren. O dónde te tratan con calidez. Entonces, es mejor pertenecer a un ámbito que no nos limite y que, por el contrario, nos haga sentir lo más cerca posible a la felicidad, a la plenitud, pueden llamarlo como quieran. Quizás utilicé palabras grandilocuentes, pero si no hay felicidad en ningún puto día de tu vida, algo no funciona bien. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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