Son las 22.44 del martes 26. El día de Navidad transcurrió tranquilo, sin mayores novedades o hechos de relevancia, al menos a nivel personal. Tampoco esperaba nada excepcional, digamos. Recapitulando, en la Nochebuena hicimos lo que el común de las familias suele hacer para esa fecha, que es compartir una cena, ver por televisión una seguidilla de recitales mediocres, género en el cual Crónica TV ya es pionero absoluto. Van perfeccionándose en el arte de la decadencia del material audiovisual, eso sí. No sé de dónde sacan esos shows anacrónicos, pero es lo que hay.
Antes de la medianoche, ya estábamos todos un poco cansados por las tareas que cada uno había emprendido a lo largo del día, de manera que uno se puso a escuchar música, otro se puso a leer, otro aceptó con resignación masoquista seguir mirando la pantalla haciendo zapping inútilmente, buscando quizás alguna película que rescatara al espectador de la abulia. Es sabido que la mayoría de la programación de Año Nuevo o Navidad es grabada, y los únicos que deben quedar en los canales deben ser los que tienen que supervisar la operación técnica y la puesta en el aire. Sin embargo, pese a ese breve éxodo en el cual cada uno hizo rancho aparte, no somos tan antisociales: Llegado el momento, hicimos el brindis de rigor y nos abrazamos en los primeros minutos del 25, con buenos augurios y cosas por el estilo. Ya para esa instancia dimos por concluida la celebración, no se estiró en demasía, y no hacía falta tampoco. Respondí todos y cada uno de los mensajes de gente conocida y no tanto, deseándome Felices Fiestas. En algunos casos, yo también envié saludos a amigos que hace tiempo no he vuelto a ver, ya que muchos de ellos ya no viven en Lobos.
Pero no quiero irme del tema que dio origen a esta nota: Si hablamos del 25/12 en particular, casi no salí de casa durante la mañana. Me levanté tarde, alrededor de las 10 AM, pero me desperté antes. Hace varios días que no vengo durmiendo bien, pero no faltará oportunidad. En un momento dado me harté de estar en la cama sin poder dormir, me vestí, fui al baño, desayuné, y todo siguió su curso normal. Pasado el mediodía, fuimos a cortar el pasto que había crecido considerablemente en los alrededores de la modesta pileta que tenemos. Nos llevó tiempo, dos horas o un poco más. Terminamos, guardamos las herramientas, tomé abundante agua de la heladera porque era obvio que sentía calor y transpiración, y me cambié la ropa.
Tipo 17 hs salí de la madriguera a bicicletear por el Centro, todavía las calles estaban semivacías, como cualquiera podría imaginarse. Quise comprar cigarrillos y estaban todos los kioscos cerrados, encontré uno muy conocido que está en la 9 de Julio, pero me hice el gil y no compré nada porque me pareció carísimo lo que pretendían cobrarme. Después, al cabo de una recorrida, vi que había abierto otro, que si bien tenía un poco alto el precio de los puchos, no eran tan exorbitantes como el local anterior que visité y que abandoné en cuestión de segundos. Cada vez que puedo, saco fotos de la Estación de Ferrocarril, aprovechando que ahora no me rompen las bolas los de seguridad de la empresa que me hacían la vida imposible por el mero hecho de tomar imágenes ilustrativas. La Estación quedó muy bien, eso no se puede negar, pero considerando los pocos servicios que llegan a Lobos, me parece un gasto innecesario, y todo me hace suponer que hay un gran negociado de por medio. Reitero que es una suposición, basada en que movilizar cuadrillas de 14 operarios o más no es gratis, y habría que ver los pliegos y todo eso para determinar a qué empresa se le adjudicaron las obras.
Fui al supermercado Marc, el único que estaba abierto, y me lamenté por que las cajeras y los repositores tuvieran que trabajar en un día tan particular donde casi todos quieren estar con su familia o sus amigos. No está a mi alcance resolver eso, desde luego, y por un momento dudé si entrar o no por ese mismo motivo, para contribuir a que el personal no tuviera que soportar más laburo aún. Pero como mi compra se redujo a dos o tres cosas, me retiré enseguida. No había mucho más para hacer, sumado a que tengo que ajustarme hasta fin de mes. A decir verdad, pasarán los meses y la economía de guerra continuará, pero esa es otra historia con final impredecible.
Retorné a mi casa, encendí la computadora, me puse a ver las noticias por Internet, y no había nada de interés. Mucho no se podía esperar, es cierto. Lo bueno es que, al parecer, encontré una página medio trucha que publica las notas que Clarín o LN sólo permite leer a sus suscriptores. De más está decir que no pienso pagar para leer un pasquín digital que sólo esporádicamente incluye algún artículo periodístico de calidad.
Hoy, martes, tuve que levantarme temprano, así que cuando estaba en pleno sueño me sobresaltó la alarma del celular y adelanté la rutina diaria para llegar a tiempo a la consulta médica que tenía programada. Volvió la rutina, y bienvenida sea. No se puede vivir sin un mínimo orden en cuanto a horarios o hábitos, porque además te terminás aburguesando y al final del día no habrás logrado nada relevante para tu laburo, y si eso ocurre por un lapso prolongado, nadie te va a pagar por "hacer la plancha". El plazo de ocio, de distensión, o de descanso, debe tener un límite. Al menos esa es mi forma de verlo. Habrá que continuar, entonces, sabiendo que en mi caso, las noticias empiezan a escasear en la temporada veraniega, lo cual es un estímulo para ser creativo y original, si se lo entiende bajo esa concepción. Nos estaremos viendo pronto, en esta semana "corta" que se da por los caprichos del calendario. No pienso en absoluto en 2024, aunque falte muy poco. El tiempo es ahora. Punto final.
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