Probablemente esta sea la última nota que escriba en 2023, si es que no consigo evadir temas recurrentes como política y economía que a mí también me están agotando. Todo lo que pueda decir, en esta era donde las noticias se transmiten en tiempo real, ya es de público conocimiento. Hoy por hoy, no están dadas las condiciones para derrochar optimismo, pero tampoco para caer en la zozobra. Pienso que cada uno buscará mantener la calma y seguir adelante de la forma que mejor le sea posible.
Ser sincero no
significa decir o afirmar cualquier cosa. Por ejemplo, si yo a un vecino le
digo que es un hijo de puta, nace de mi sinceridad porque creo que es merecedor
de ello, pero es un insulto, y (por supuesto) no creo que la cosa termine bien. Por lo tanto,
cuando se habla en lo discursivo de un “sinceramiento”, sería un eufemismo que
pretende convencernos de que desde el 10 de diciembre hacia atrás fuimos
engañados, porque no nos dijeron la verdad, o no se trataba del país real. Nos
tomaron por estúpidos, en resumidas cuentas, según se desprende de esa
expresión.
Por todo eso,
será un fin de año muy particular, y lo que venga está ligado a las medidas que
se dieron a conocer. Si son correctas o no, podría ser materia de discusión.
Más de uno tendrá que tragarse el sapo porque votó a este gobierno o hacía
alarde de ello. Querían "que explote todo", lo he escuchado no una sino varias
veces entre la “gente bien” que uno suele ver en Lobos y en cualquier ciudad
donde vaya. Pues bien, deseo cumplido.
Si el plan en
ciernes da resultado y al cabo de 6 meses (como mínimo) estamos mejor, por
supuesto que ya sería digno de otra lectura, pero ante todo, es evidente que
pasarán muchas cosas en el medio. Tuvimos que votar tres veces este año, y en
la última oportunidad, elegir entre dos candidatos que eran impresentables para
buena parte de la sociedad. El balotaje nunca debió haber existido, sabemos que obviamente está en la Constitución y por ende debe cumplirse, pero ha sido muy
desgastante, en todos los sentidos.
¿Ya vendrán tiempos mejores? Puede que sí, puede que no. “Habrá que pasar el verano”, parafraseando aquella vieja sentencia de Alsogaray que, incluso aquellos que no habíamos nacido todavía, escuchamos hasta el día de hoy. Reducir el número de ministerios, y toda la maraña de dependencias del Estado que nadie sabe para qué sirve ni por qué están, es una buena señal, al menos para mí. Durante años, se han turnado para manejar una suculenta “caja” que era repartida discrecionalmente entre ñoquis por doquier. Pero digamos las cosas como son: Gente al pedo cobrando un sueldo ha habido ahora, al igual que hace 50 años, vale decir que no es un fenómeno nuevo. Y la fiesta del despilfarro la hemos pagado todos, sin darnos cuenta, porque no es fácil acceder a documentación pública que acredite cuánto personal hay, qué función cumple, o si ocupan un puesto por ser “hijos de” (nepotismo).
En fin, es todo lo que voy a
decir por ahora. Hoy más que nunca, es necesario ser tolerantes y evitar
cualquier tipo de confrontación que nos lleve a romper una amistad o cualquier vínculo que
ustedes quieran imaginarse, porque si seguimos así, la famosa grieta continuará
hasta el infinito, mientras se nos pasa la vida. Punto final.
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