6 de septiembre de 2024

2024

 

Todavía es demasiado pronto para trazar un balance de 2024. Pensándolo bien, no sería atinado hacerlo. El motivo ineludible es que nos quedan tres meses por delante, que no es poco. Sin embargo, puedo decir que este año hasta ahora no me ha dejado nada trascendente ni memorable. No ha sido un año para el recuerdo. Insisto, uno espera que algo pase para que cambie ese escenario y pueda llevarme una gran alegría antes de diciembre. Parte de las cosas que no salieron bien han sido culpa mía, y otras por factores ajenos a mi voluntad. Estamos atravesando una recesión económica que no ayuda para congratularse de los logros individuales. He escrito bastante sobre esto porque me vi sumamente perjudicado por las medidas que se adoptaron desde el Gobierno y que no han traído ningún beneficio, ni para mí ni para nadie de la extinta clase media. Pero hay que indagar más en el interior de cada uno para hallar instantes de plenitud, que sin duda los habrá. Yo espero encontrarlos, en algún lugar tienen que estar escondidos, esperándonos para que nos reconciliemos con nuestro propio pasado.


Todo año arranca, al menos en el hemisferio Sur, con una modorra producto del calor del verano. Ya para marzo o abril eso se termina y se abre otra etapa, con días más cortos, fríos y lluviosos. Ahora estamos entrando en el cuarto trimestre, un período donde para muchos las cartas ya están echadas y a su vez abunda la incertidumbre. No podemos pensar en 2025 aún, ni siquiera sabemos qué sucederá mañana. Sí es posible tratar de proyectar lo más inmediato, ver de qué manera lo afrontamos y los resolvemos. Yo percibo que hay un clima enrarecido, como el de 2000 o 2001, pero sin perspectivas de que se repita aquel desenlace. Es un contexto de crisis, eso no se puede negar, y si los que están gobernando se consideran capaces, deberían buscar la forma de paliarla.

 

Cualquier objetivo presenta escollos en el camino. Lo que yo he descubierto es que ya no me interesa discutir ni polemizar con nadie, aunque pensemos de modos opuestos. No le encuentro ninguna satisfacción al hecho de argumentar dentro de una dialéctica inútil. Estamos todos rascando el fondo de la olla, así que piense como piense cada uno, es irrelevante. Sí es cierto que hay quienes ven al ajuste como un mal transitorio, pero yo no puedo determinar cuánto durará esta malaria. Cada mes que se difunden nuevas estadísticas, caen el consumo y la actividad industrial. Se produce menos porque la gente compra menos. La gente compra menos porque la plata no alcanza. Y la plata no alcanza porque los precios están muy por encima de un salario promedio. Esos serían enunciados básicos pero no desprovistos de lógica. Después habría que analizar en las causas, por qué el dinero vale tan poco, por qué las tarifas son tan caras, y tenemos tanta carga impositiva y fiscal. Nos mintieron en la cara diciendo que no aumentarían los impuestos. Nos dijeron que el peso era “un excremento” y ahora salen a decir que se convertirá en una moneda fuerte. Todo eso es falso y no se lo cree nadie, de lo contrario la gente no buscaría abastecerse de dólares para que sus ahorros no pierdan valor.  


Hago la salvedad de que no quiero pecar de desagradecido, porque quizás si me pongo a recapitular o a hilar más fino encuentre momentos de satisfacción. Siempre los hay. Lo que ocurre es que a veces no logran colmarnos del todo, o no los mencionamos porque nuestra memoria tiene un sesgo negativo. Si volvemos a hablar de los objetivos, cuando nos planteamos uno en concreto todo es más claro, porque al cabo de un tiempo podemos ver si los concretamos o no. Si entendemos que hay factores externos que nos superan, podemos verlo desde dos lados. Sirven como una excusa para lo que no pudimos lograr, culpando a lo que está “afuera”, o bien pueden atenuar ese desasosiego al comprender que no todo pasa por nosotros. 


Hay situaciones que nos exceden, que escapan a nuestro control. Yo no imaginaba que el país iba a estar tan venido abajo como ahora. Y digo esto sin que parezca que lo anterior fuera bueno. Mi análisis abarca todo lo que yo he vivido, todo lo que he escuchado y he visto al cabo de más de 40 años. Los aumentos constantes y la degradación de la clase media no se pueden negar, porque cada medida oficial va en esa dirección. Ahí está el punto a resolver, y no hay otra alternativa para hacerlo que votando una opción superadora. No está de más recordar que los que estuvieron antes nos vendieron el verso de "asado y heladera llena", y nada de eso se plasmó en los hechos.


Yo no sé qué nos depararán los próximos meses porque aún no estamos en campaña electoral ni hay candidatos para escoger, pero sí estoy seguro de que el camino que estamos transitando no es el correcto desde mi punto de vista. Tampoco estoy juzgando a Fulano o Mengano, cada uno vota a quien le parece mejor, y nadie debería cuestionar la voluntad popular. Sin embargo, podemos afirmar que es un error seguir creyendo que el pueblo nunca se equivoca. Si fuéramos tan sagaces, no estaríamos sumidos en la decadencia. Que no viene de ahora, pero se ha agudizado muchísimo en menos de un año de gestión libertaria. Ni siquiera saber hablar y expresarse como corresponde, todo lo que hacen es emitir decretos o resoluciones que implosionan los cuadros tarifarios de los servicios. Disculpen si ofendo a alguien, pero falta sensibilidad, y a mí no me gusta vivir en una sociedad donde rige la ley de la selva o el sálvese quien pueda. Y hay otro problema mayor: El que asuma del signo político opuesto, en primer lugar deberá recomponer el tejido social y no actuar con el revanchismo que hacen siempre. Lo que pasó sólo merece ser recordado por los libros de historia. A partir de 2025, cuando haya elecciones, sólo nos queda mirar hacia el futuro. Punto final.

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