Entramos en la
recta final rumbo a la primavera. Todavía nos quedarán por delante momentos del
día donde el clima se presente fresco, mayormente por la mañana y por la noche.
Me esfuerzo por seguir activo en las redes, pese a que me cuesta concentrarme y
darle el contenido que yo pretendo expresar. Antes de hacer un nuevo posteo lo
leo varias veces para evaluar si merece ser publicado, evitando así las
reiteraciones innecesarias. Para comienzos de esta semana se prevé más calor, lo cual es propio para la época del año que estamos transitando. La decisión de
escribir en este espacio surge como una manera de no perder el contacto y de
continuar indagando sobre estos tiempos de cambios (cambios que se dan en todos los órdenes).
Muchos de ellos son consecuencia del escenario político/económico y
otros tienen más que ver con decisiones personales.
Habrá cosas por corregir, sin duda, pero no me desespero. Sé que elegí desandar un recorrido que
se hace cuesta arriba, pero la vida es así. Estoy tratando de llegar de la mejor
forma posible para completar el último tramo del año. De contribuir aportando una
mirada diferente. Ha sido un período que transcurrió con muchas crisis,
dificultades personales, duelos que hubo que sobrellevar, circunstancias fortuitas
que me pusieron a prueba, y espero que cuando mire hacia atrás, pueda llevarme
buenos resultados. Avanzo con la premisa de recuperar aquello que se fue
perdiendo casi sin que yo me diera cuenta, y que sólo puede percibirse haciendo un
análisis más amplio. Creo que no estoy tan lejos de conseguirlo. Para ello hace
falta dotar de un sentido, una razón de ser, a cada cosa que hacemos. Si no se
puede lograr al cabo de un tiempo, vamos a estar siempre tropezando con la
misma piedra, como bichos cascoteados.
Por supuesto, cada uno buscará hacerlo como pueda. No se puede culpar al exterior, porque precisamente se trata de asumir la responsabilidad por lo que uno ha hecho o dejó de hacer. Tampoco sirve buscar pretextos o deslindar nuestra negligencia en presuntos culpables. El entorno nos condiciona, eso es cierto, pero la decisión final sigue siendo nuestra. Podemos optar entre un lamento eterno o bien un despegue personal hacia algo mejor. A menudo no sabemos qué es “lo mejor” para nosotros, o nos cuesta subir al siguiente escalón porque nos parece demasiado elevado, inalcanzable. La lección es esta: No es conveniente saltear peldaños, ya que como dije en otra nota, cada uno desandará el camino con las pausas y los descansos que sean necesarios.
Hay personas con una mayor capacidad de
resiliencia que otras, y si no entendemos esto, caeríamos en el error de
suponer todos que podemos alcanzar el mismo nivel de bienestar en el mismo plazo. Si podemos identificar aquellos factores que nos hacen distintos,
vamos a llegar a la conclusión de que el proceso que debemos activar no es para
todos por igual. Por otra parte, si postergamos una decisión, lo único que
lograremos es ganar algo de tiempo, pero en algún punto ese margen se agota y
ya estaremos más complicados, porque hubo otros que optaron por jugar antes que
nosotros.
Es lógico que no sepamos cómo reaccionar ante determinadas situaciones. Nadie está preparado para todo. Y toda vez que supongamos que tenemos experiencia suficiente, habrá hechos que superen esa capacidad que creemos haber adquirido. Convengamos que si todo nos fuera predecible, tampoco habría espacio para la sorpresa ante un momento inédito como el que nos puede tocar en suerte. Las sorpresas pueden ser gratas también, no lo duden. Lo que pasa es que nuestra mente es muy masoquista y sólo tiende a recordarnos episodios amargos o sin lugar para el disfrute. Yo no sé qué tan extraño es eso, o si varía de una persona a otra. Pero de seguro que no es casualidad.
Cualquiera puede ser optimista si tiene motivos para pensar
que el futuro será mejor. Pero cuando las cartas ya están echadas y te tocaron
los peores naipes, hay que jugar la mano igual. Es como el póker, para los que
conocen de la timba. Podés apostar mucha guita y perderla en diez minutos, y a la
inversa: Podés ser cauteloso con la apuesta y por lo tanto en caso de ganar no
te llevarás una gran fortuna. El misterio de estar en este mundo tiene que ver
con eso. Cuando creíste haberlo visto todo, siempre hay algo que supera tu
capacidad de asombro. Y la sociedad tiene mucho que ver con eso, porque el
comportamiento predominante carece de estabilidad. Puede
considerarse un defecto o una virtud, ustedes elijan, pero más allá de eso, les
aseguro que es así. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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