Hoy es 18 de marzo ¿Vale la pena recordar? Depende qué, pero por lo general, sí. Hace dos años, entramos de lleno en una crisis sin precedentes en la Historia. Bueno, ahora también estamos en crisis, pero por otros motivos de carácter más doméstico. Hace dos años, comenzaba esta locura que llamamos pandemia. Debe haber sido la palabra más utilizada durante todo 2020. Y aún es imposible dimensionar el desastre en su totalidad. Probablemente, al cabo de un lapso mayor, sí podamos hacerlo. Depende de qué abordaje se pretenda hacer.
Pienso que lo peor ya pasó, pero cada vez que intento activar el chip en esa dirección, la cruda realidad me devuelve un mazazo demoledor. Tratar de analizar el Covid desde un enfoque humanitario y no tanto político, es complicado. Porque se tomaron pésimas decisiones que modificaron por completo nuestra vida cotidiana, nos fundieron económicamente, y nos doblegaron sin miramientos. Es cierto que hubo alguna ayuda del Estado como el caso del IFE, un paliativo que a muchos vecinos que conozco les hacía falta. Me consta que es así.
Todo eso, en dos años. Si alguien se hubiera propuesto "vamos a dinamitar todo", no le hubiera salido mejor. Tuvimos que adaptarnos al uso del barbijo, dejar de saludarnos, lavarnos las manos casi todo el tiempo, desinfectar picaportes, mesas, y utensilios (algo que los pacientes diagnosticados con TOC padecieron muchísimo), no podíamos compartir una mateada... ni hablar de salir a un restaurante o a un boliche o a un bar. Bueno, estas tres últimas cosas nunca me interesaron demasiado en esta etapa de mi vida, de manera que podía prescindir de ellas como lo había hecho antes.
Si yo hubiera tenido 17 o 18 años, tal vez sería distinto, y me hubiera enganchado en alguna de las "previas" clandestinas que se armaban por el barrio y que todos conocíamos. Sinceridad total: Pienso que hubiera actuado de ese modo, pero no deja de ser una suposición. Cuando sos joven, te creés inmortal, podés tomar 4 botellas de cerveza en una noche con amigos y estar relativamente bien, pero hacer esas boludeces si tenés 40 o un poco más, es el camino directo para terminar con el hígado u otros órganos vitales arruinados (por no hablar de drogas ilegales, que merecerían una nota aparte y despojada de toda moralina). Yo no soy nadie para decirle a los demás cómo tienen que vivir. Aunque fuera un monje budista, no me gusta dar consejos, me siento bastante torpe haciéndolo... No lo sé, pienso que es fácil resolver la vida ajena, con dos o tres enunciados que a los fines prácticos no revisten ninguna utilidad.
Pero me estoy yendo de tema. Si hablamos de 2020, fue un año para el olvido. Ni siquiera aquellos que siempre tuvieron plata, guardan un buen recuerdo de él. La gente termina muriéndose por más patrimonio que tenga, eso lo sabe cualquiera, con o sin pandemia. Un ejemplo evidente fue Maradona, la quinta esencia del ídolo argentino promedio, que dejó este mundo en noviembre de ese año. Todos sabíamos que podía pasar en cualquier momento por la vida que llevaba, pero de todas manera no dejó de ser un shock. Sí, D10S tampoco era inmortal. Lo supimos ese día. El hombre más famoso del mundo, murió casi en absoluta soledad y hasta el día de hoy sus herederos continúan disputándose parte de los bienes que cosechó. En 2012 se nos fue el Flaco Spinetta, en estos últimos días nos enteramos que aquel hombre de admiramos y que conocíamos como Charly García está atravesando un evidente deterioro... prefiero no pensar.
La peor afrenta ante ese esfuerzo colectivo por salir adelante, fueron esos sujetos antivacunas, o los que hacían una apología de la desobediencia civil, gente que no tenía ni un fósforo en la caja. Lo más preocupante es que tenían un grupo importante de seguidores de tanta estrechez mental como ellos, y que se sustentaba en teorías conspirativas que pueden ser útiles para la ciencia ficción, pero no para los hechos fácticos. Y me acuerdo, también, de algunas consignas: Por ejemplo, aquella que decía "Los aplausos tienen nombre y apellido", y de la gente que a las 21 hs, durante unas semana, aplaudía en un gesto de gratitud hacia el personal de salud. Eso duró algunas de semanas, o a lo sumo un mes. Después ya nadie tenía ganas ni entusiasmo de aplaudir por nada. Y la otra frase, que ya es un clásico, decía (y aún perdura), "Nos cuidamos entre todos", que escondía un tufillo de hipocresía. Lo que querías era cuidarte vos y que nadie te contagie, y el "entre todos" era casi una licencia poética para que el pedido no sonara tan enfático.
El impacto de 2020, entre otras cosas que puede que a la distancia sean menores, terminó por marcar el fin de los diarios en papel. Aún existen, como lo he dicho muchas veces, en las mesas de algún bar, o en los canillitas, pero si comparás los ejemplares que se vendían en 2019 con las cifras de 2022, el declive es notable. Cuesta abajo, sin dudarlo. 2020 sepultó por tiempo indeterminado la manera que teníamos de escuchar música, porque los CD todavía se consiguen (me encanta escucharlos), pero cada vez hay menos. Y no voy a reiterar en detalle que esa fue una de las causas del impulso nostálgico que, a su vez, impulsó las ventas de los discos de vinilo o de aquellos cassettes, cuando es casi imposible comprar a un precio razonable un aparato que reproduzca esa suerte de espiral de cinta magnética almacenado en una pequeña caja plástica que llamábamos cassette.
Por supuesto, tampoco nos vamos a olvidar de algunas palabras, como "Wuhan" aquella metrópoli china donde se supone que se inició todo. O de algunas interpretaciones de índole más catastrófica, como "El Nuevo Orden Mundial", "La Tercera Guerra Mundial", o "La guerra biológica". Es siniestro, pero bastante real, pensar que los únicos beneficiados de esta crisis global fueron los laboratorios que comenzaron a producir las vacunas. Con esos tipos no hay solidaridad que valga, les ponés la guita y te venden el lote de vacunas que quieras. Inocularse ha sido, hasta ahora, la forma más efectiva de prevenir la propagación del virus. En esos 730 días y pico, murió mucha gente querida, lobenses que la pelearon codo a codo con los médicos de nuestro hospital público, que dieron lo mejor en todo momento.
Me provoca una profunda inseguridad, que no llega a ser angustia pero le pega muy cerca, pensar que se produzca un rebrote, o creer que lo peor aún no pasó, o infinitas conjeturas que fui elucubrando durante estos dos años. Para no abrumarlos, simplemente mantengo firme lo que dije ni bien empecé a tomar conciencia de lo que estaba ocurriendo: Nada volverá a ser igual, ni siquiera aquello que conocíamos como "normalidad". Habrá que aprender a vivir con eso, no hay vuelta que darle. Si no aprendimos nada de todo lo ocurrido, pueden venir 10 pandemias más y seguiremos siendo unos completos idiotas (en su mayoría). Nos estamos viendo pronto. Está es la última nota que escribiré sobre el tema. Punto final.
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