Domingo por la tarde. Ante la escasez de actividad periodística, este fin de semana en tenido algunas horas libres, o de ocio, como ustedes deseen llamarlas. Lo rescatable es que a diferencia de otras veces, donde me dedicaba a dormir, retomé la lectura inconclusa de varios libros, escuché también algunos discos que habían quedado dando vueltas por ahí, y fue una manera de ganarle espacio al sueño para abocarme a él solamente en horas de la noche. Me desperté a las 9 hs. del domingo y salté como un resorte de la cama, no porque tuviera algo en particular para hacer, sino porque sentí que había descansado lo suficiente y no había razón para seguir prolongando la estadía en el colchón. Luego de desayunar, salí a hacer unas compras mínimas, recorriendo siempre las mismas calles desiertas de una ciudad que -a mi modo de ver- continúa estando a medio camino entre ciudad y pueblo. Recién a las 6 o 7 de la tarde, la zona urbana recobra algo de movimiento. Hoy no tengo ganas de quejarme por nada, motivos siempre hay, pero soy yo mismo pretende darle otro enfoque a esta nota, aunque quizás no pueda con mi genio. Lo único que voy a decir si es que cabe como queja o reclamo es que -así como los comerciantes están pidiendo al Municipio nuevas alternativas para poder facturar más- es vergonzoso que en Lobos no se haya generalizado el uso del Posnet. Cualquier negocio debe tener este aparatito, que no es muy costoso por cierto, para permitir que locales y visitantes puedan pagar con tarjeta, sin un tope mínimo. En su momento, allá por el año 2001, se pretendió implementarlo de forma masiva para que la gente pudiera seguir extrayendo dinero y no se continuaran fugando divisas, ese decreto quedó en un limbo, y como sucede con todo, después estalló la crisis que ya todos conocemos y no se habló más del tema. Han transcurrido 21 años ya, y todo sigue (casi) igual. Uno de los motivos, se me ocurre pensar, es que les conviene actuar de esa manera. En un restaurante por ejemplo, te dibujan una cuenta sumando lo que vos consumiste más otros gastos como servicio de mesa o lo que fuere, en lugar de blanquear ese importe al fisco, porque si pagás con tarjeta eso queda asentado en algún lado, no en un ticket trucho que dice: "No válido como factura".
Aun así, para los lobenses, tomar algo en un bar común y corriente o comprar alimentos esenciales continúa siendo mucho más barato que hacerlo en CABA. Esto ya lo hemos hablado antes, pero digamos que se compensa un poco por el hecho de que allá los sueldos son más altos. Muy pocos lobenses pueden ganar 50.000 pesos al mes, por darte una cifra, que tampoco es exorbitante. En el sector privado puede ser, o bien si sos bancario, un docente con cierta antiguedad, fuerzas de seguridad...en fin, empleos del Estado.
Tema 2: Debo hacer necesariamente una digresión. Yendo a otro tema, si hay algo que me pone profundamente mal y que me llena de tristeza, es ver cómo últimamente, están falleciendo lobenses que supe querer y apreciar, algunos de ellos a una edad no tan avanzada. Vale decir, con una expectativa de vida que teóricamente era de una o dos décadas más. Es muy shockeante haber estado conversando con alguien como si nada estuviera pasando, y dos o tres días después de ese encuentro fortuito, recibir la noticia de que esa persona murió. Muchos prefieren ocultar ese diagnóstico de muerte a corto plazo para evitar que los demás se compadezcan o sientan lástima por ellos, y yo lo comprendo perfectamente, espero no estar nunca en esa situación pero es probable que actúe de la misma forma si me toca. Todo eso, sin contar el sufrimiento para sus familias, el inevitable duelo, todas aquellas cosas que seguramente habían quedado pendientes para alguna charla que, ya con los hechos consumados, no se concretará jamás. Si la vida misma está plagada de disgustos, traiciones y desengaños, pues qué decir de la muerte. Su misma condición la vuelve injusta, porque le otorga varios años de "gracia" a los dictadores, genocidas, delincuentes, corruptos, hijos de puta que abundan por doquier... En cambio, una persona que transitó por este mundo sin estridencias, pero sin joder a nadie, tiene la desgracia de fallecer prematuramente. Es así, amigos, la "fecha de vencimiento" de cada uno de nosotros está sustentada en algún aspecto muy retorcido que no logro comprender, y que excede las condiciones de salud. Y no me digan que es el "destino", porque esa explicación la encuentro inaceptable. Hay gente que muere sola y sin ningún tipo de afectos cercanos, porque le diagnosticaron un trastorno mental y durante años estuvo internada en un Hospicio mientras la obligaban a tragar pastillas para que no "molestara", casi como un mono de circo al que le dan bananas para que esté contento y no rompa las bolas. Antes los llamaban manicomios, hoy se les dice neuropsiquiátricos. No lo sé, no quisiera que lo que voy a decir a continuación sea interpretado de un modo irrespetuoso, pero prefiero estar lúcido y bien de la cabeza, aunque en el futuro padezca algún tipo de discapacidad que me impida movilizarme por mis propios medios.
Ser prisionero de tu cuerpo debe ser terrible. Pero tener un cerebro que se va degenerando progresivamente y que ya no responde a ningún estímulo, no es joda. Por eso, cuando una cosa o la otra ocurran de manera irremediable, por más homenajes y reconocimientos que te hagan, no tienen el menor sentido, dado que ya estás muerto. Y voy a cortar esta nota acá, porque no quisiera hacer filosofía barata de una cuestión tan sensible. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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