24 de julio de 2022

Jugar para ganar o perder?

Domingo por la noche en la ciudad. Recuerdo una vez, que le estaba relatando a un amigo un asunto personal, y cuando terminé de contarle lo que me había sucedido, me dijo: "Lo que pasa es que vos tenés baja tolencia a la frustración". Creo que esa persona no me conocía bien, o soy yo quien no me termino de conocer. ¿Baja tolerancia a la frustración? Me ha pasado de todo en la vida, situaciones sumamente frustrantes, y aún así, sigo adelante. Por supuesto que lo digo sin ser un ejemplo de nada. Tuve que cambiar de rumbo un montón de veces, pese a que cualquiera que me vea tenga la sensación de que siempre hago lo mismo, laboralmente o en el orden que sea. 

El tema es que hay dos palabras que están muy ligadas: frustración y humillación. Una trae como consecuencia la otra, aunque no siempre. La insatisfacción y el fracaso frustran, y si yo emprendí algo que resultó mal, busco otra cosa. No me interesa que sea visible para los demás sino que me haga sentir mejor, o que voy progresando en algún aspecto. Muchas veces he pensado en ampliar el espectro y estudiar una carrera, o buscar un laburo que quizás sea más rentable, pero el periodismo me insume una carga horaria importante, y no podría hacer dos cosas al mismo tiempo. Ya lo intenté y no me salió bien, porque había una conferencia de prensa a determinada hora y tenía que estar cursando. Tendría que tirar por la borda lo poco o mucho que alcancé en casi 20 años. 

Hay momentos en que el miedo o la incertidumbre te paralizan. Sin embargo, debemos avanzar como se pueda. Porque todo sirve para aprender, sin prejuicios. Y hay aforismos falsos, como aquel que dice "el que no arriesga, no gana". Somos seres racionales, por lo tanto, pensamos lo que vamos a hacer, si no cualquiera se tiraría del precipicio. Esto va más allá de la coyuntura, siempre hay que barajar las posibilidades antes de lanzarse a un proyecto, inclusive quienes aseguran no hacerlo y "sacan chapa" de ello, tienen una planificación mínima. No importa si hay plata de por medio, no es así en todos los casos. Los horarios y la forma de organizarse es crucial cuando ya tenés determinada edad. Si tuviera 20 o 30 años, pensaría diferente, pero las cosas son como son. 

Una cosa son los juegos de azar, porque existe una posibilidad de que ganes un premio. Obviamente, de no ser así no apostarías. Pero "jugar para perder", es autodestructivo. Pensás que con lo que hiciste es suficiente porque estás cansado de todo. Es posible que hayas concretado muchos logros, pero si no te podés quedar en eso no dormirte en los laureles.

Jugar para la derrota, es esperar que alguien, un líder espiritual o un chanta cualquiera, venga a golpearte la puerta de tu casa para decirte qué tenés que hacer con tu vida. Eso nunca va a ocurrir. Vos sos quien tenés que decidir. Seguramente no tendrás muchas opciones, y te encontrarás entre la espada y la pared. Pero vas a tener que elegir. Porque hay decisiones que no pueden esperar.

Todo lo que describí en los dos párrafos anteriores te lleva a perder el entusiasmo por las cosas que antes te gustaba hacer. Ver una película, tomar unos mates, leer un libro o lo que sea. Sos consciente de que estás siendo tu propio enemigo si no actuás de una vez.  Al principio te va a costar reanudar el ritmo, pero tenés dos opciones: o salís a la calle a ver qué está pasando, o te quedás encerrado entre cuatro paredes. De más está decir cuál es la alternativa más aconsejable.

Pero quizás, lo más importante, es comprobar con qué rapidez compramos algo y nos arrepentimos, porque nos quisimos dar un gusto pese a que sabemos que tal vez hay cosas más importantes. Es parte de la lógica del capitalismo. Si las cosas duraran 30 años, no habría a quién venderle productos nuevos. Nunca pensé que un televisor pudiera ser plano y con pocos centímetros de espesor, y sin embargo hoy eso es real. Un celular que detecta tu huella digital y se enciende, también es real. Lo más paradójico de todo esto, es que la gran mayoría de los argentinos vive en la pobreza, lo cual aumenta las posibilidades de que te caguen a palos o de amenacen con un arma para robarte un celular, la poca guita que llevás encima, o un par de zapatillas. Pero estoyo convencido de que en algún momento se terminará esta locura, y empezaremos a pensar en que consideramos realmente esencial: el placer de compartir un momento con amigos o en familia, sin importar lo que haya en la mesa. Punto final.


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