Domingo por la mañana en la ciudad. La semana se pasó rápido y sin grandes novedades. A esta hora no anda un alma en la calle. De vez en cuando se escucha el tenue rumor de una moto o de un auto. Pero no mucho más. Es un día frío pero al menos el cielo está despejado. Estaba pensando en que este invierno ha sido el más largo de los últimos años, por lejos. Se ha extendido alrededor de cuatro meses, y todo parece indicar que seguirá así por un tiempo más. Temperaturas muy bajas, cielo encapotado, lluvias abundantes, vientos intensos… Hemos tenido un amplio espectro de fenómenos meteorológicos. Y mientras nos entretenían con las andanzas de A.F y Fabiola, nos aplicaron un tremendo tarifazo en la luz y el gas. Yo, sin ser demasiado perspicaz, había advertido que era una cortina de humo, una maniobra distractiva, lo cual no significa negar que los hechos fueran ciertos. Pero a mí no me cambiaron la vida, ni a muchos de nosotros.
Lo único bueno que hizo Alberto en la pandemia fue implementar el IFE en medio de la depresión económica. Era un bono transitorio para personas que no percibían ningún plan social ni ayuda del Estado. Yo no podía cobrarles un peso a mis clientes, porque los negocios estaban todos cerrados, ¿a quién le iba a cobrar en esas condiciones tan drásticas? Sé que nos resistimos a hablar de la pandemia, es algo natural, pero de vez en cuando no está mal recordar todo lo que pasó, las salas de los hospitales saturadas de pacientes, la locura por conseguir alcohol en gel al precio que fuera, aquel slogan hipócrita de “nos cuidamos entre todos”. Sí, nos cuidamos mientras te conviniera a vos, los demás que se caguen. Fuimos muy mezquinos e individualistas. Nos olvidamos de que nadie se salva solo, de que la solidaridad se pregona pero no se ejerce en los hechos. Mientras vos estás calentito con el calefactor mirando series por Netflix o lo que fuere no pensás en la gente que está pasando frío. Hay una colecta y vos vaciás el placard con toda la ropa sucia, rota y llena de humedad, la entregás en una bolsa y te vas con la conciencia tranquila. Eso es una hijaputez, antes de sacarte de encima lo que te sobra mejor no dones nada. ¿Hemos aprendido algo de la pandemia, la crisis sanitaria más grande de nuestra historia? Me parece que no. Hay algo en el ADN argentino que nos impide progresar. Cuando un argentino viaja al Exterior, queda en evidencia: Somos arrogantes, ventajeros, hablamos a los gritos, algunos se llevan las toallas y jabones de los hoteles… En fin, no hay manera de que eso pueda enmendarse.
Casi sin percatarme, en el párrafo anterior me referí a dos temas distintos, pero que guardan relación entre sí. El mensaje sería el siguiente: Hasta que no haya otra conciencia colectiva, no vamos a levantar cabeza. Es así de simple.
Estaba pensando,
también, lo frecuente y desagradable que es que escrachen gente por las redes
sociales, sobre todo en un pueblo chico donde predomina tanto el chusmerío. Lo
ideal siempre es hablar, de última decirle “che, te mandaste tal cagada, fijate
cómo me lo podés resolver”. No estoy hablando de delitos, sino de
circunstancias que dan lugar a malos entendidos. Del agravio y la difamación es
muy difícil volver. Ahora que lo pienso, a mí me han ofendido varias veces y
sin embargo nunca recurrí a eso, a lo sumo dejo de relacionarme con esa persona
y hago de cuenta de que es invisible. Hay lugares a los que era habitué y dejé
de ir porque no me gustaba cómo me atendían, y no por eso voy a hacer una mala
reseña (o crítica) en las redes, no voy más y listo. Deberíamos minimizar las
posibilidades de conflicto y adoptar un proceso de autoanálisis. Qué tan buenas
personas somos como para criticar a los demás, con o sin fundamento. Una vez
hablaba con un colega de que Lobos es “un embudo”, acá llega cualquiera con un
poco de plata, se sienta a la mesa de un bar y se hace amigo y conocido de los
parroquianos. En cambio, vos que viviste toda la vida acá y que te cuesta
ganarte tu dinero, sos escoria. Sería bueno que podamos corregir eso, porque
tampoco es algo nuevo, hace años que lo vengo viendo. Los recién llegados deben pagar derecho de piso del mismo modo que los NyC (nacidos y criados) que la
venimos remando desde que ingresamos a la adultez. Sólo estoy planteando un
trato equitativo, que no va en desmedro de nadie, sino para que tanto los que
eligen Lobos para vivir como los que siempre estuvimos aquí podamos convivir de
un modo más armónico y sostenible. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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