11 de agosto de 2024

Escándalos por doquier

 

Nadie puede salir a defender a Alberto Fernández por lo que hizo. La evidencia en su contra es abrumadora. No es un escándalo conyugal más, porque en el momento de ocurridos los hechos él era Presidente, tenía una responsabilidad institucional. Pero sí es cierto que este caso y la cobertura que está teniendo en los medios sirve para ocultar lo que el Ejecutivo sigue sin resolver y sin dar respuestas. Milei debe estar “agradecido” de que el fuego amigo se haya trasladado a la vereda de enfrente. Muchos temas de la agenda política permanecerán invisibles por un tiempo. No lo digo sólo yo: Lo dice el diario Perfil, y hasta Clarín. Hoy escuchaba en la radio que consultaban a un referente kirchnerista y le preguntaban por este caso, y el tipo fue honesto, dijo que todo lo que está saliendo a la luz ahora él ya lo había deslizado antes, que no tenía mucho más que agregar al respecto.

El kirchnerismo perdió la elecciones de 2023 porque el mandato de A.F. fue un desastre. No estuvo a la altura de nada. Nos encerró en la pandemia mientras él y los suyos festejaban. Avaló la creación de un vacunatorio VIP para famosos. Fue profundamente inmoral de principio a fin. Es imposible calificarlo con un solo adjetivo, porque uno se queda corto en el intento. Pero no por eso yo voy a salir a avalar todo lo que hagan o digan quienes están ahora de inquilinos en la Rosada. ¿Por casa cómo andamos?

Ningún ministro salió a condenar enfáticamente las visitas a represores y genocidas en la cárcel de Ezeiza. Los diputados de LLA se sacaron una foto sonrientes con ellos, pese a que ahora intentan despegarse de lo sucedido, y lo hacen porque trascendieron las imágenes y los chats, de lo contrario no hubieran levantado la perdiz. Esto me hace acordar a aquel episodio de 2016 en un convento de General Rodríguez, cuando José López fue filmado revoleando bolsos por 9 millones de dólares. Ese hecho benefició a Macri y le aseguró la victoria en las elecciones legislativas del año siguiente. O más recientemente, cuando el bobo de Insaurralde fue fotografiado en un yate en el Mediterráneo tomando champán y haciendo regalos a una modelo. 


Es lógico que esas imágenes provoquen el rechazo de la opinión pública. Sin embargo, podríamos preguntarnos por qué todo esto trasciende recién ahora, qué hay detrás, o si no es más que un carpetazo de los servicios de inteligencia para distraer la atención.

Insisto con lo que dije al comienzo: No le estoy restando gravedad a lo que pasó, pero para mí no es casualidad que todo haya estallado en un momento tan álgido de la situación económica. Cuando uno toma distancia de los titulares de los diarios, puede analizar la coyuntura con mayor objetividad. El hecho de que haya periodistas que estén planteando el exceso de exposición pública que está recibiendo este escándalo, me otorga la tranquilidad de que no soy el único que sospecha que hay algo raro detrás. Una maniobra para tapar la basura debajo de la alfombra por unos meses o semanas. Y funciona al revés que el refrán: No hay que dejar que el bosque (y su hojarasca) nos impida ver el árbol. Nos estamos viendo pronto. Punto final.

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