Martes por la tarde en la ciudad. Lo fundamental es pensar dónde estamos parados, y hacia dónde queremos llegar. No hay posibilidad de resolver nada sin tener en claro la meta a alcanzar. En tiempos de pandemia, lo mejor es concentrar los esfuerzos en una sola dirección, y no mentirnos a nosotros mismos. Estoy realizando más reportajes y notas que antes, porque de esta manera ejercito mi rol de entrevistador, una faceta que siempre me gustó. Obtener testimonios "en primera persona", no por algo que me dijo un tercero. También es una manera de salir de la estricta actualidad para brindar a los lectores un poco de distensión en tiempos tan duros. Algún día entenderemos que estamos todos en el mismo barco, y si el COVID no ha sido lección suficiente, no sé qué esperan para darse cuenta de ello.
Antes que hablar, hay que escuchar. Ese es un sabio consejo que me dieron alguna vez, y que es útil tanto para las conferencias de prensa como para cualquier entrevista que uno quiera hacer. No soy yo el protagonista de la noticia, y hay que correrse lo más posible de ese lugar. Por eso no me gusta ver en la tele a aquellos que hacen preguntas para lucirse o para ser ocurrentes. También se ha dicho de este subgénero, que es "la más pública de las conversaciones privadas". Son dos personas que por lo general tienen intereses distintos pero que comparten una charla sobre temas que han sido previamente pautados o no. Y han gente que es difícil para sacarle una respuesta concreta, sobre todo los políticos que te envuelven en una sarta de boludeces que cuando te sentás a desgrabar el audio, no tienen sabor a nada.
Me molestan los prejuicios en general, o -para decirlo de un modo más elegante- "las ideas preconcebidas". En realidad, nosotros basamos nuestra impresión del mundo que nos rodea en base a cómo consideramos que deberían ser las cosas...y así nos va. Pésimo, con una idea totalmente equivocada de las personas, juzgándolas por su atuendo, por su sexualidad o por sus ideas. Mientras no jodan al prójimo, respeto la forma de pensar y de hacer de todos. Aunque no esté de acuerdo con el modo de actuar de mucha gente.
Por supuesto, yo no estoy exento de esos vicios, de modo no quiero ser hipócrita y salir a pontificar en contra sin hacerme cargo de la parte que me toca. Tengo perjuicios, y desearía extirparlos de mi esquema mental. Pero es difícil, en primer lugar, porque hay que revisar y repensar las creencias equivocadas con las que crecimos. Y también, porque desde los medios se alientan de la cursilería para hacer la condena fácil a una persona por "portación de cara", en muchos casos si es acusada de un delito. No se respeta en absoluto aquello de que "todo acusado de un delito es inocente hasta que se demuestre lo contrario". ¿Quién le devuelve la dignidad perdida a un tipo que fue escrachado por TV? Digo esto, más allá de que el escrache como metodología tenga cierta carga de vandalismo que nunca deja de ser funcional a los medios. No es un secreto para nadie que ellos quieren sangre, escándalo, descontrol, porque eso vende y genera un estado de efervescencia social, sobre todo para que uno consuma todo eso en la comodidad de su hogar mientras está comiendo las milanesas del mediodía.
Y hablando
de la rutina…Hay muchas canciones que aluden a un determinado día de la semana,
ya sea en el título o bien en la letra. Y no es casualidad. Los artistas son
personas como nosotros, con más dinero seguramente, pero si realmente son
artistas en un sentido estricto y saben palpar el pulso de la realidad, sienten
ese agobio de tener que dirigirse al público que pagó su entrada para el teatro
y procurar que la gente se distienda durante el tiempo que dure la función.
Expresar en música lo que te genera un día en particular no es algo sencillo,
aunque muchos lo han intentado, sin éxito. Recuerdo a Sui Generis, con su
magnífica postal del Buenos Aires de principios de los '70, en "Lunes otra
vez". Ese "otra vez" implica, resulta obvio decirlo, repetición.
Otra vez lo mismo. Otra vez la rutina. Otra vez el laburo. Otra vez a vestirse
para ir a la oficina. Otra vez a ponerse ese horrible uniforme amarillo y rojo
de la Estación de Servicio Shell. Otra vez a sentir que soy el engranaje de una
máquina que funciona al compás de Wall Street. Pero, sin embargo, sin una
rutina nuestra vida sería bastante caótica. Sin que ello implique ser tirano de
los horarios, necesitamos cierto orden. Punto final.
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