23 de septiembre de 2020

¿Somos testigos o protagonistas de la crisis?

Mitad de semana en la ciudad. Pienso, o proyecto, en el futuro a corto plazo. Porque no se puede planificar en las condiciones actuales, con una inestabilidad en todos los órdenes. Para muchos de nosotros, ha cambiado el modo de trabajar, y también de relacionarnos con los demás. Siempre están presentes mis amigos, aunque no pueda ir a visitarlos como solía hacerlo. Mientras me cebo unos mates, mi mente va haciendo un repaso de la agenda del día, qué notas debo cubrir, con quiénes acordé una entrevista. Es común que te bloquees sin darte cuenta, cuando algo te preocupa demasiado y hace que el resto de la rutina quede en un segundo plano. Pero no se puede atacar todos los frentes a la vez. 

Por lo general somos testigos de las crisis que van ocurriendo, no partícipes de ellas (en todo caso víctimas). En todo proceso hay quienes juegan un rol protagónico porque están en una posición de poder, y en el llano está el pueblo, que puede aceptar o rebelarse ante una decisión considerada injusta. Por eso es interesante ver cómo se produce esa ruptura entre gobernantes y gobernados. Cuando la gente no se siente representada por las autoridades que votó, reacciona de distintas maneras. Hay una decepción ante promesas incumplidas, y un hartazgo generalizado parecido al "que se vayan todos". Lo que ya sabemos es que se van, pero vuelven "reciclados" en un par de años. Es lógico suponer que la política se ha convertido en un negocio redituable, lejos de servir a los intereses de la gente. Por supuesto, esto no es nuevo, y he aquí lo más frustrante, que es la historia de una sucesión de fracasos que se vuelven crónicos como país. 

El desafío que nos planteamos, es: aceptar lo que nos pasa pero sin renunciar a las aspiraciones naturales que cada uno tiene de vivir mejor. Parecen opuestos, el hecho de "vivir mejor", con el "vivir ahora". Entonces hay que seguirla remando mientras se pueda, con la desesperada urgencia del tiempo presente, e ir acomodando las fichas para lo que vendrá. Con el desapego, logramos emociones más genuinas y menos ligadas con objetos. Vamos camino a eso, a entender que lo esencial es distinto a aquello que durante años creíamos valioso. El ranking de prioridades es como el rating de televisión, cambia minuto a minuto. Si se quedara "quieto", no sería una buena señal, sino un síntoma de haber envejecido sin darnos cuenta. Punto final. 



 

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