El fin de semana transcurrió tranquilo, no hubo demasiadas notas por cubrir, por lo cual aproveché el tiempo disponible para ponerme al día con la lectura. Entre ellos, el best seller que recoge el testimonio del hermano de Macri y no lo deja bien parado. Todavía no avancé demasiadas páginas como para evaluar la calidad de la investigación, porque es un híbrido, no es un ensayo periodístico pero tampoco es un simple libro de entrevistas. Y decidí leerlo despojado de todo tipo de prejuicios respecto al ex presidente. Cuando Fernández termine su mandato, o tal vez antes, aparecerán publicaciones relacionadas a su gobierno. Lo que siempre trato de hacer es que cada día me rinda, que no sea una letanía de mero ocio improductivo. Tirarse la cama mirando el cielorraso no es el mejor plan, y lo único que lográs es que tu mente se llene de todo tipo de pensamientos que cada tienen que ver con vos. Algo parecido a lo que les pasa a la personas que padecen TOC.
Ya mañana tendré que retomar la búsqueda de notas, es parte de mi trabajo y es lo que hago hace casi 20 años. Hay mucha gente en Lobos que uno puede entrevistar, pero antes de hacerlo hay que pensar si esa persona o sus declaraciones son de interés público. Es decir, si les interesan a la mayoría de la audiencia. Ojo, muchas veces te llevás un chasco porque dedicaste tiempo a una nota que creías que iba a ser un golazo pero no tuvo la repercusión esperada. Y en otras ocasiones es a la inversa: apostaste pocas fichas a algo y, por alguna razón, terminó saliendo bien. El hecho de leer a otros periodistas consagrados me ayuda a ir desarrollando otra forma de escribir que salga del esquema tradicional que uno aprendió. Hay formulas que son válidas para implementarlas a un diario "de pueblo", y otras no. Lo que siempre rechacé, porque no me gusta cuando lo leo en algún otro medio, es la cursilería, la doble moral, la estupidez. No me gusta que me subestimen como lector y tampoco quiero actuar de ese modo cuando escribo algo. El periodismo debe ser uno de los laburos más apasionantes y estoy contento de haberlo elegido, de haber tenido buenos maestros, siendo siempre consciente de que con este laburo no te vas a llenar de guita (al menos como yo lo ejerzo).
Este año ha tenido una meseta, casi una planicie, de 8 meses (que aún continúan) en los cuales nuestra vida cambió drásticamente. Algunos pudieron adaptarse y sobrellevarlo mejor que otros. A mí me destruyó económicamente, ya lo he mencionado, pero también pienso que es "lo de menos": lo más importante ha sido cuidar la salud mental y física. No podés desempeñarte bien en lo que hacés si tu cuerpo y tu mente van en cualquier dirección. Esta cuarentena me hizo comer en exceso a consecuencia de la ansiedad que sentía en determinados momentos. Cuando tomás conciencia plena de cada acto que hacés (como sentarse a la mesa a almorzar y destinar el tiempo que sea necesario), todo se vuelve más fácil y llevadero. Tener sentido del humor y reírte de tus propias torpezas ayuda bastante.
El análisis sobre el rol de los medios de comunicación es válido, pese a que haya sido parte del relato épico kirchnerista en su guerra con el Grupo Clarín. Pero es verdad que la tele te quema la cabeza, que hay gente que cree fielmente en todo lo que muestra la pantalla y no puede discernir entre realidad o ficción. Entre estricta actualidad y operación de prensa. Me sucede muchas veces, a la hora del almuerzo o de la cena, que en mi casa encendemos el televisor. Mi familia observa la pantalla, yo me mantengo ausente y prefiero concentrarme en la comida u hojear un diario mientras voy comiendo. Tal vez no parezca una actitud muy normal, pero no me hace mucha gracia sentarme a la mesa para que desde la tele alguien me diga que fusilaron de cuatro balazos a un remisero o que violaron a una adolescente a la salida de un boliche.
Para que se entienda: distensión no es sinónimo de estupidez. Se puede entretener sin subestimar al espectador. Se puede hacer un producto de calidad sin gastar demasiado. Hace falta creatividad, ingenio, esa "chispa" que hace rato no abunda en la TV argentina. En la actualidad, la mayoría de la gente que tiene posibilidades económicas de hacerlo se encuentra abonada al cable, porque la oferta de los canales de aire es tan pobre y mediocre, que nos hace acordar a los países centroamericanos. Lo peor de todo, es que me parece que estamos empezando a perder la identidad, el gusto argentino, esa preferencia tan nuestra por determinados programas y por determinados contenidos que supieron ganar la aceptación popular. Los reality shows y todas esas bazofias importadas hace rato que llegaron para quedarse, entonces qué se puede esperar de una sociedad que vive llena de contradicciones y una profunda incapacidad para pensar y decidir por sí misma. Punto final
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