27 de noviembre de 2020

El eterno forcejeo de cada día

Terminamos la semana, ya con miras a lo que será el último mes del año. Es difícil expresar con palabras cómo se fue dando esta transición mientras imaginamos que nos deparará la  post-pandemia. Aunque es inevitable que todos nos hayamos relajado un poco habiendo transcurrido tanto tiempo, hay que seguir con el barbijo y las medidas básicas de protección. Se está hablando de una apertura paulatina para eventos sociales de hasta 100 personas, pero es una incógnita si se podrá implementar exitosamente. Si por mí fuera, esperaría hasta el año que viene para habilitar ese tipo de aglomeraciones de público, pero hay muchos intereses en juego que están presionando para que vuelvan los boliches, teniendo en cuenta que se realizan muchas fiestas clandestinas que suponen un riesgo igual o mayor. Creo que en este aspecto debemos ser estrictos, y no permitir ni fiestas ilegales, ni boliches. Principalmente, porque el esfuerzo lo estamos haciendo todos, y ya que aguantamos un lapso tan prolongado, sería demasiado necio claudicar en esta instancia. 

Por supuesto, hay ciertas actividades que deben tener prioridad, como las clases presenciales, que de no mediar ningún inconveniente volverán en 2021 porque ambas partes, docentes y alumnos, se necesitan al no sentirse cómodos con la virtualidad. En Lobos, pese a que la mayoría de los comercios pueden abrir y que se cumplen los protocolos, no hay un mango en la calle, por más que a nivel "macro" el país esté emitiendo cada vez más billetes. Los precios aumentaron tomando como referencia un dólar a $ 200, aunque ahora esté valiendo casi 40 pesos menos. Toda esta suerte de polémica que se armó con el precio del pan dulce me parece una estupidez, porque se pueden pasar las Fiestas sin problemas consumiendo otro tipo de productos. Además, sabemos que en CABA todo es más caro porque el sueldo promedio es mayor al que se puede acceder en un pueblo del Interior. 

Una de las desventajas del verano versión 2020/21, es que no se puede usar el aire acondicionado en comercios o lugares públicos, supuestamente porque puede incrementar la circulación del virus. Hemos vuelto a los ventiladores de techo, y todo esto constituye la excusa perfecta para que bares y otros rubros no gasten un mango en la factura de luz. Lo mismo pensé cuando este tipo de negocios dejaron de ofrecer los diarios en papel a sus clientes, para evitar el manoseo de hojear las páginas, pero se ahorraron bastante plata al no comprar los diarios del día como era costumbre antes de esta "nueva normalidad". Como ustedes saben, yo dejé de comprar diarios impresos hace tiempo, pero si voy a un bar y tienen los ejemplares disponibles, me gusta leerlos mientras tomo un café y nadie me rompe las bolas. Lo que sí me gusta comprar de vez en cuando son los libros que salen en las colecciones de Clarín o La Nación, que se consiguen a un valor mucho más accesible que en una librería común y corriente. Sin embargo, recordá esto: cuanto menos te apegues a los objetos, más feliz vas a ser, porque vas a aprender a vivir con lo puesto, sin que ello implique pobreza. Es, simplemente, volver a lo esencial. Punto final. 

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