En la Argentina siglo XXI, da la impresión de que vivimos en la ley de la selva. Cada uno hace la suya, y si te pueden pisar la cabeza para obtener una ventaja o lograr sacarte del medio, lo harán sin miramientos. Podemos creer que la desidia de los políticos y funcionarios ha contribuido a que la sociedad civil pierda toda confianza en los valores. Pero sería un análisis parcial si no entendemos que seguimos siendo masoquistas: pareciera que nos gusta que nos mientan, que nos engañen, que nos caguen, porque esta gente que está en el poder llegó a ese lugar por medio del voto popular. No se trata de hacer leña del árbol caído, porque llegará el día en que la situación se normalizará. Pero pensemos cuántas veces no nos importa nada del prójimo, en las situaciones más simples y cotidianas. No hace falta que ocurra una pandemia para empezar a ser un poco más solidarios. Basta con pequeños gestos, con ceder el paso a un anciano si vamos en el auto aunque estemos muy apurados por llegar a casa, por ejemplo.
La gente tiende a conmoverse cuando ocurren hechos como los que estamos viviendo, pero tan pronto como pierden espacio en los medios de comunicación, se olvida y todo vuelve a como era antes: la falta de educación, el maltrato, la agresión verbal, el escaso apego a las reglas de convivencia. Si fuéramos tan solidarios como decimos ser, no arrojaríamos bolsas de basura en las bocas de tormenta, por citar un caso. Los baños públicos estarían limpios, no habría actos de vandalismo, no destruiríamos monumentos, ni los adolescentes ensuciarían las paredes con aerosol. Por eso, insisto en esto: a nadie le importa. Nos rasgamos las vestiduras sólo cuando alguien nos toca el culo a nosotros. Si le sucede al vecino, será un problema suyo. Pero si esto sirve para que la gente que dona alimentos se sienta más "buena" y reconfortada en el espíritu, con esa estrechez de sentido común y esa miopía de pensamiento, entonces le damos para adelante. Y es cuando aparecen los 0-800, los números para "ayudar", para sentirnos reconfortados porque supuestamente hicimos algo que nos deja la conciencia tranquila de que no somos tan mezquinos y que somos personas sensibles ante la tragedia. Ojalá que cuando vuelva la calma y todos los que tienen laburo puedan volver a sus empleos en forma presencial, perdure en nosotros algo de ese espíritu de súbita solidaridad. Punto final.
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