Jueves en la ciudad. Mientras me cebo los últimos mates del día, trato de hacer un "racconto" de todo lo que ha ocurrido en el Consejo Escolar, un escándalo pocas veces visto, y que involucra a proveedores y fraccionadores lobenses. Hacer una cronología de lo que fue pasando cada día resultaría engorroso, pero lo que sí puedo afirmar es que no se le pueden entregar a las familias de los chicos productos de segundas o terceras marcas que seguro los propios consejeros no consumirían. En el caso del sobreprecio en las naranjas, como se recordará, algunos argumentaron que como se trata de un producto estacional, es posible que el precio que se pagó al momento de la licitación haya sido superior al que se consigue hoy en la frutería del barrio o en los supermercados. No estoy de acuerdo, pero ponele que sea así. Sin embargo, si hablamos del azúcar, su valor no está basado en esas variables. Se adulteró un producto colocando ingredientes ajenos, y además se rotuló mal el paquete, pegando un sticker o una calcomanía en una bolsa de nylon que era para envasar harina. Todo esto merece una profunda investigación, no de ahora, sino desde mucho antes. No puede ser que los pibes tengan que consumir mercadería de marcas desconocidas y de inferior calidad, que ni siquiera están en los canales de venta masivos, como los supermercados y almacenes de Lobos. Es una vergüenza pensar que, al parecer, las licitaciones se han convertido en un botín de guerra para un grupúsculo de proveedores. Puede sonar fuerte esa afirmación. Pero que hayan llegado a Lobos funcionarios de Provincia para realizar una auditoría es el primer paso para tratar de entender cómo se estuvieron manejando desde el Consejo.
Esto me hace acordar a las Cajas PAN de Alfonsín, y a tantos programas alimentarios posteriores implementados por los sucesivos gobiernos, que en un principio dieron resultado, hasta que la codicia y la corrupción de una parte de los sectores involucrados en las licitaciones hizo que el asistencialismo bien entendido terminara convirtiéndose en una repartija de alimentos cada vez más racionados y diezmados. Por no decir que la mercadería bajó notablemente su calidad desde que se dio inicio a ese plan alimentario. Bueno, sin ir más lejos, el Ministerio de Desarrollo Social realizó una licitación directa en plena pandemia para la compra de fideos, pagando el triple de su valor.
En cuanto al tema que nos convoca, si los comedores escolares estuvieran habilitados, los chicos se alimentarían con productos frescos: pollo, carne, fideos...y ahí está clara la diferencia respecto de un bolsón que es un combo de 10 o más productos que "no los conocen ni Dios". Aunque lo que voy a decir no esté desprovisto de ingenuidad, pretender sacar un rédito político de esto me parece miserable. No les importan un carajo los chicos, sino la puja de poder ante una sociedad que observa estupefacta cómo vamos avanzando a prácticas que nunca creímos que iban a llegar a Lobos, donde nos conocemos todos y por lo tanto es habitual que los nombres de personas involucradas en algún acto irregular se sepan rápidamente. Punto final.
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