Martes por la noche. El viento helado me golpea la cara. Parece que a partir de mañana el termómetro irá en ascenso, lo cual es una buena señal. Libre como el viento: No sé cuál es mi meta, pero voy hacia ella. “Algún lugar encontraré”, como cantaba Calamaro. Porque si tenés en claro los objetivos, todo se vuelve más fácil.
Retomar la
iniciativa. Redoblar la apuesta. Eso es lo que necesitamos, sobre todo en un
contexto donde flaquea la confianza. ¿Si no confiamos en nosotros mismos, cómo
esperar que los demás lo hagan? Estamos transmitiendo un mensaje
contradictorio. Y hay que ponerse a prueba todos los días, no nos podemos “dormir”
esperando que el resto reaccione en función a lo bueno o malo que uno haga.
Siempre pienso
que mañana puede ser un día mejor, y mientras haya un mañana para imaginar
seguiré pensando de la misma manera. Nadie puede saber cuándo será su último
día, o quizás sí, pero en tal caso conviene fingir que lo desconocemos. “La
vida es bella” no sólo es el nombre de una película inolvidable, sino una frase
que encierra en sí misma una afirmación, un posicionamiento ante el hecho de
existir. Por eso es una tontería cuando los adolescentes se plantan y les
replican a sus padres: “Yo no pedí nacer”. Nadie pide algo así, como tampoco se
pide morir. Siempre hay alguien que decide por nosotros, ya hemos hablado de
ello en otra nota, inclusive al punto de dirimir nuestro destino. Pero no me
quiero volver pseudofilosófico. Podría dar vueltas sobre lo mismo, sin embargo
lo que pretendo exponer ha quedado claro. Ah, hoy ya es miércoles, y
efectivamente, es un mejor día. Punto final.
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