4 de junio de 2020

Cuánto gané, cuánto perdí

Siempre me propuse ser auténtico, quizás a los ojos de los otros haya adoptado una posición distinta, pero eso es para la gilada, porque quienes me conocen bien saben cómo soy. Es como si fuera la canción de Pablo Milanés, "Cuanto gané, cuanto perdí". Me muestro tal como soy hacia aquellos que actúan del mismo modo conmigo. 

Gané amigos, me alejé de aquellos que decían serlo pero nunca estuvieron cuando las papas quemaban. Gané años, porque envejecí, y acepto el paso del tiempo como algo natural. Perdí plata en malas inversiones, muchas veces. Antes me costaba más decir que no, ahora cuando algo no me convence del todo, lo rechazo. Ya transité casi la mitad de mi vida, tengo 40 años, si es que Dios me concede llegar a los 80. Fui víctima de un sistema educativo que era totalmente anacrónico, no se hablaba de homosexuales, lesbianas, travestis y trans, por lo tanto las minorías sexuales estaban condenadas a la marginalidad. Las clases de historia, si trazamos una línea cronológica, se extendían hasta Perón, toda la represión y dictadura que se vivió después era tabú. 


Ahora que por el momento no estoy yendo al gimnasio, he tomado la decisión de andar en bici todo lo que pueda, ya sea para hacer mandados o para sentirme mejor. No me puedo dejar estar y convertirme en un individuo sedentario, aun con el COVID 19. Reconozco antes de que estallara todo esto, me faltaba voluntad, y uno siempre encontraba excusas para no hacer algún tipo de ejercicio: el calor, la lluvia, los compromisos contraídos, las tareas pendientes. Pero es increíble como podemos sentirnos mejor aunque más no sea dando una vuelta de manzana. A este respecto, me sorprendió darme cuenta cómo la Plaza Tucumán congregaba diariamente a un número de vecinos que caminan por el perímetro de ese paseo público y disfrutar de la frondosa arboleda. Desde luego, el Parque continuó siendo la alternativa más elegida, pero en lo que a mí respecta no me generaba buena vibra, caminar solo en medio de otros pasajeros errantes. A mí me gusta transitar la Av. Yrigoyen en toda su extensión, detener la vista en los pequeños comercios y almacenes que se encuentran a ambas manos de la calle, lidiar con los pozos y con los pastizales que hay en las casi inexistentes veredas a medida que uno se va acercando al acceso a la Ruta 205. Es mi manera de desintoxicarme un poco del cigarrillo, y de tratar de mantenerme ocupado para fumar menos. Cada uno tiene su circuito preferido, por llamarlo de algún modo, y me parece perfecto. Hay quienes prefieren tomar la calle Buenos Aires, pasar por el Instituto y seguir su marcha hasta el puente distribuidor, en fin, podría decirse que han tantos recorridos posibles como caminantes.
Trato de caminar a "paso redoblado", a un ritmo sostenido, aunque el cansancio hace que resulte difícil mantener ese trajín durante toda la marcha.

Es un momento sencillo, pero relajante, darse un ducha con agua caliente cuando uno llega cansado y transpirado de caminar. Elimina las toxinas y tonifica el cuerpo, afloja los músculos y nos brinda una sensación de bienestar.

Ya no puedo sostener mis largas caminatas, por el maldito virus,  pero les aseguro que vale la pena el esfuerzo. Del mismo modo que vale la pena escribir en este blog y compartir con ustedes mis impresiones sobre la vida cotidiana, sobre aquello de debemos afrontar y que muchas veces escapa a nuestro dominio.
Me propuse actualizar este espacio regularmente, siempre que tenga algo interesante para decir y compartir. Después de 15 años del primer posteo, siento que he abordado casi todos los temas. Por ese motivo, ahora me vuelco más a analizar hechos de actualidad. 

De a poco trato de volver a escuchar música. Tengo una colección de CD's bastante generosa pero está un poco saturada y decidí volcarme hacia la radio, aunque debo reconocer que cuesta hallar un buen programa periodístico, como les mencioné en una nota anterior. Espero que todos podamos encontrar un momento de distensión haciendo lo que nos gusta, lo cual implica dejar de lado las responsabilidades y las obligaciones, aunque más no sea que por un rato. Eso es, ni más ni menos, que el amor hacia uno mismo. Punto final.

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