Es por ello que siempre trato de darle una vuelta de tuerca a las noticias, de forma tal que los titulares o los contenidos no sean iguales a los otros medios. Le busco la vuelta para marcar la diferencia, aunque no siempre lo consiga. Si otro colega publicó una primicia, bien por él, es un logro que obtuvo y no es algo que me ponga mal. Todos los días reviso los principales portales nacionales y provinciales buscando notas que salgan un poco de la coyuntura, porque sé que tener un tema excluyente para informar genera agotamiento o hartazgo en muchos lectores.
También es fundamental rodearte de gente que no te vaya a defraudar o traicionar, aunque como suele decirse, "la traición nunca viene de un enemigo". Hace poco se difundió un estudio, según el cual los encuestados
priorizaban como valor el hecho de ser considerados buenas personas por sus
semejantes. Hay un poco de vanidad en esto, porque nos desvela que reconozcan
como seres amables y serviciales. Lo cierto es que no abundan, sobre todo cuando es más importante el chusmerío que informarse fehacientemente de los hechos tal como ocurrieron. ¿Es tan difícil encontrar gente buena, sin segundas intenciones, a quien le
guste conversar y compartir una parte de su vida con los demás? Parece que sí,
a juzgar por lo que uno puede apreciar es una sociedad donde todos quieren
sacar ventaja y se cagan en el resto. Hay pocas gente dispuestas a escuchar o a intercambiar ideas,
salvo que se dediquen a ello, como los psicólogos. Durante mucho tiempo fui uno
de los que daban consejos sin que me los pidieran, en lugar de limitarme a
escuchar, hasta que me tocó a mí estar del otro lado y comprendí lo irritante
que resulta que un tipo nos intente resolver la vida diciéndonos lo que tenemos
que hacer.
El contacto personal es algo que nunca me hubiera gustado perder, quizás por eso me cuesta aceptar el escenario de pandemia. Históricamente, siempre la charlas con mis amigos o "aliados" (al decir de Charly García), han ocupado un lugar importante. Como buen dinosaurio que soy, no soy muy afecto a las nuevas aplicaciones donde se comparten emojis y
caritas para expresar sentimientos que no se comparan en nada a un abrazo
franco y sincero. Pero es evidente que el contexto actual ha modificado nuestro concepto de "normalidad". Estamos tan pendientes de tener el último modelo de celular o
del chiche nuevo que fuere, que en pos
de esas pequeñas metas consumistas sacrificamos tiempo que bien podríamos
dedicar a conocer a alguien. El desafío que nos plantea esta pandemia, es mantener el contacto humano desde otra manera, que es lo que nos hace ser lo que somos, y que nos cuesta un poco más a la mayoría de los argentinos que solemos saludarnos efusivamente o compartir un asado. A
veces me aterra pensar en lo rápido que los objetos de consumo de vuelven
obsoletos, y me pregunto si no nos estaremos acostumbrando a hacer eso con las
personas, a declararlas obsoletas o a "darlas de baja" simplemente
porque ya no sintonizan nuestra "onda", o porque han decidido elegir
un camino diferente al nuestro.
Creo que las buenas personas están en algún lado, y que sin
duda vale la pena conocerlas, estar en contacto con ellas, y escucharlas. A
veces nos vemos obligados a tomar decisiones contrarias a esto, es cierto, pero
a veces queda la sensación de que muchas gente nunca "se la juega", y en la vida a menudo hay que poner las fichas sobre la mesa y asumir los riesgos de eso implica. Punto final.