1 de junio de 2020

Rompamos con la melancolía y apostemos por lo que queda del año

Desde hace tiempo, vengo insistiendo en que tenemos que ponernos de acuerdo en algunos puntos básicos, establecer un Pacto Social y que todas las instituciones involucradas se sienten en la misma mesa. De no ser así, no saldremos nunca del atolladero. Al argentino promedio, como yo, que vive al día, poco le importa el dólar o si entraremos nuevamente en un default. No será la primera ni la última vez que eso suceda. Lo que se debe hacer -a mi modo de ver- es brindar más incentivos para la producción en medio de la pandemia, para atender esta situación de emergencia. 

Tras un comienzo prometedor, el Gobierno va mostrando casi sin disimulo sus profundas contradicciones, probablemente porque se ve superado ante la realidad. Si a un individuo cualquiera le pasa esto, puede considerarse habitual, pero si le ocurre al Presidente y sus ministros, estamos en problemas. Mientras siguen tapando agujeros con los acreedores externos y los bonistas, patean la cuarentena para adelante porque ya se les ha hecho costumbre hacerlo.

Como no podemos esperar demasiado de nuestros dirigentes, hay que mirarse más el ombligo. La paz interior no se consigue por el mero hecho de "estar tranquilo". Es saber actuar con firmeza cuando las circunstancias lo requieren, tener temple, hacerle frente a las cosas, pero con la convicción de que lo hacés porque querés. Ser consecuente con tu pensamiento, te brinda esa paz. Actuás conforme a tus principios, y te comportás de ese modo. Quizás todo esto podrá resultar demasiado idealista, ya que muchas veces nos traicionamos porque estamos expuestos a demasiada presión y actuamos siguiendo al rebaño. No estamos convencidos para nada de la decisión que tomamos, pero sentimos que no nos queda otra alternativa que hacer las cosas de este modo, nos da vergüenza alzar nuestra voz. O simplemente no podemos hacerlo. Sin embargo, debemos reconocer que uno en muchas ocasiones se autocensura: damos demasiados rodeos para expresar algo que dicho de otra manera sería demasiado chocante, o "políticamente incorrecto".

Para tener serenidad, hay que plantarse ante lo que te rodea, pero no con un afán desafiante. Aceptar los consejos de la gente que realmente vale la pena, que te quiere de verdad, y que va a estar a tu lado cuando las papas queman. Y si te toca tratar con alguien que no conocés, hay que tener la capacidad suficiente para saber discernir entre las buenas intenciones y la manipulación.

Hay personas que saben reaccionar ante la adversidad, y otras a las que les cuesta más. A mí se me hace difícil cortar con el pasado, con aquellas cosas que queremos olvidar pero que de alguna forma todavía nos siguen limitando. Pero aprendí que a la vida debemos disfrutarla como podamos, no como nos diga un libro de autoayuda y una conferencia de Pilar Sordo.

La mayoría de nosotros, por el trabajo que realizamos, debemos relacionarnos con personas de diferentes ámbitos. Pero hay que fijarse límites, creo yo, para no permitir que nos intoxiquen o que nos usen como paño de lágrimas. Hay un libro muy recomendable, de Wayne Dyer (el autor de "Tus zonas erróneas"), que se llama: "Evite se utilizado". El título es más que elocuente. No permitir que no tomen como material de descarte, como si no fuéramos personas. No ser funcionales a los intereses de terceros. Creo que por ahí está la clave. Es cuestión de ver qué buscan los demás de nosotros y qué objetivos persiguen para adoptar una actitud ante ellos. Punto final.

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