Es tedioso y remanido hablar de la cuarentena, tan tedioso como ella misma, pero no se puede soslayar lo que está ocurriendo. Habrá quienes se cuidaron y se contagiaron accidentalmente, pero son la minoría. En otra nota había mencionado la posibilidad de que se haga una prueba piloto por 15 días, pero ahora que lo pienso bien, sería un colapso, con gente corriendo o comiendo asado en el Parque o donde se les cante la gana. Somos hijos del rigor, aceptémoslo.
Tal vez no tenga que ver, pero pienso que, a medida que uno va envejeciendo, aparecen las canas y se esfuman los ideales. Nos volvemos más pragmáticos: palo y a la bolsa. Comprendemos que, casi sin quererlo, hemos adoptado un modo de vida burgués, porque hay un sistema pensado para que un celular o un televisor nos mantengan endeudados en infinita cuotas a todos aquellos que no tenemos la capacidad económica de adquirirlo de otra manera. Ni hablar de tener que pagar un alquiler para contar con un techo donde podamos subsistir.
Todo lo que podemos hacer es conformarnos con vivir una vida tranquila, y además deberíamos sentirnos privilegiados si lo logramos. La mayoría de la gente vive alterada, presionada y maltratada por sus empleadores, con sueldos miserables que no alcanzan para invertir, frustrándose por todo lo que no puede comprar, sin poder fijarse metas y proyectar una realidad distinta.
Mi escepticismo hacia la política (y los políticos) es absoluto, aunque todos podemos tener simpatía por algún legislador que se convierte en un “Llanero Solitario” al hacer honor a su función asistiendo a las sesiones y argumentando con solidez y convicción en los debates.
En lo que a mí respecta, fuera de mi familia y mis amigos,
no me importa nadie más. Quiero que esto se entienda bien. Por supuesto, hay
personas que por distintos motivos me caen bien, pero no me importan lo
suficiente. Me concentro en mi círculo íntimo, porque sé que son los únicos que
van a estar a mi lado cuando me suceda algo ingrato.
Al focalizar nuestro afecto hacia quienes realmente valen la pena, evitamos el sufrimiento y el desgaste de las relaciones humanas que no conducen a nada y nos sentimos contenidos emocionalmente por gente que nos conoce y nos quiere de verdad. Considero que ese es el mayor aprendizaje que esta cuarentena, y de tener que estar todos juntos en "la casa de Gran Hermano". Punto final.