Realmente no tengo más que palabras de agradecimiento para toda la gente que confía en mi labor periodística, que podrá no ser la que algunos esperan pero que llevo a cabo con el profesionalismo que requiere. Digo esto porque seguramente ha habido detalles por pulir, pero nunca he obrado de mala fe, no me interesa recibir rumores de dudosa procedencia porque el compromiso que uno asume con los lectores nos lleva a no dar lugar a todo aquello que no sea oficial o que no pueda ser chequeado por fuentes confiables. De lo contrario, caemos en el famoso "pescado podrido", que es cuando "alguien" te envía un trascendido o una noticia que resulta no ser tal.
Quizás esté pecando de ingenuo, pero sería bueno que
aprendiéramos a ejercitar el debate en lo cotidiano, como era habitual a
mediados de los '80, cuando se discutía de política en las calles y se lo hacía
con auténtica pasión y entusiasmo. Hoy imaginar un escenario similar es una
utopía. Me quedé pensado en la visita proselitista que hizo en 2011 de Francisco
De Narváez, y en lo superficial que es el discurso político actual. El tipo
desapareció de la arena política y ya a nadie le importan sus opiniones. Tanto el oficialista como el opositor,
trasuntan sobre las mismas cuestiones con sorprendentes limitaciones. Y
obviamente, los dirigentes no son estúpidos. Quiero decir, que si el debate se
da en niveles tan bajos y mezquinos es porque resulta lo que a ellos más les
conviene. ¿Para qué hablar del FMI o de Vicentín? ¿Para qué molestarse en pensar en la crisis
energética? Aquí siempre se mira a corto plazo, se resuelve sobre la marcha, con parches, y
haciéndolo en esas condiciones el resultado no puede ser otro que el fracaso.
En fin: Viernes nublado de otro fin de semana largo, y bueno... como
pasa siempre, uno trata de aprovecharlo, pero yo a estos días los miro con
desconfianza. La experiencia me dice que luego se pagan las consecuencias del
ocio cuando hay que recuperar los días de trabajo perdidos. Allá por 2012 me compré un libro
de ensayos de María Elena Walsh, que quedó "durmiendo" en la biblioteca pero que promete ser muy bueno. Al menos para
quienes la conocían solamente como una escritora destinada al público infantil.
Los textos que alcancé a leer realmente muestran una madurez y un sentido
crítico admirables, poco frecuente en la sociedad argentina, donde todo es
violencia, golpes bajos y crispación. Con altura, sin creerse la dueña de la
verdad pero exponiendo claramente su posición, M. E. Walsh derribó mitos,
alentó a los escritores jóvenes, desnudó la censura de la dictadura y trazó su
propia visión, por lo cual pagó un alto costo. No todos compartían sus ideas, y
fue víctima de la calumnia y de la mentira, pero siguió adelante. Es una de
esas personas que (como suele suceder) todos empezaron a valorar en su real dimensión cuando ya
había muerto. Desde luego, en la Argentina eso pasa muy a menudo, cuando
artistas y políticos son condenados al ostracismo y luego de su muerte la
prensa "descubre" sus virtudes y el legado que dejaron a las futuras
generaciones.
También estoy escuchando música, volviendo a los Beatles,
algo de Oasis, un poco de Red Hot Chili Peppers, y tratando de rescatar del
olvido todos aquellos discos que duermen en el fondo del baúl. Algunos, debo
reconocer, son tan mediocres que no vale la pena molestarse en escucharlos
nuevamente, pero durante los últimos años traté de no seguir una moda o una tendencia
en cuanto a la música. Por ejemplo, tengo un solo disco de Nirvana , porque me
parece una de las bandas más sobredimensionadas de la historia. No eran tan
revolucionarios, rebeldes y apáticos como nos quisieron hacer creer. Llegaron
en el momento justo, la pegaron, e inclusive antes de que muriera Kurt Cobain
ya el éxito no les sonreía tanto en los últimos tiempos. Pero así funciona la fama,
las coincidencias, y el oportunismo. Ni más ni menos que eso.
Algo que me fastidia un poco que es que vía Internet haya que realizar constantes actualizaciones de las apps. Ya hemos hablado aquí del Messenger, pues bien,
ahora resulta que Mozilla y Chrome (los dos navegadores más populares)
también nos están pidiendo que instalemos una "nueva versión", que ellos suponen que es mejor. Hasta hace muy poco, sin ir más lejos, me manejaba perfecto con el Windows XP, que ya quedó obsoleto. Algún día quisiera encontrarme con el programador que diseña las
actualizaciones y preguntarle qué criterios tiene en cuenta para que los
resultados sean cada vez más desconcertantes. Punto final.